lunes, 1 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 47

Veinte minutos más tarde, Paula estaba sentada al lado de la chimenea del estudio de Pedro con una copa de coñac en la mano. 


—Bueno, háblame de tu plan —dijo Paula, apoyando la cabeza en el respaldo del sillón de cuero.


—Mi plan es mantenerte alejada de Ivi Blake.


Paula bebió un sorbo de coñac.


—En principio, me gusta la idea.


—¿Te gusta? —la dulce Paula quería hacer sufrir a Ivi Blake un poco. Bien, él no tenía inconveniente alguno—. Estupendo, porque me temo que estoy siendo tremendamente egoísta.


Por experiencia, creía que la gente aceptaba con más facilidad un motivo egoísta que uno altruista.


—Verás, yo te necesito, y me temo que, una vez que Blake se dé cuenta de lo que se pierde, estará aquí a la velocidad del rayo y yo me quedaré sin nadie que me aguante ni el malhumor ni el volumen de trabajo.


—Eso es verdad —Paula estuvo a punto de sonreír. Estaba dispuesta a aguantar lo que le echasen por un hombre que besaba así—. ¿Pero quién ha dicho nada de marcharse?


—En el momento en que Blake venga a por tí, te va a querer para él solo.


—Es posible, pero yo no me dejo mangonear, Pedro.


—Yo no he dicho eso. Pero he visto la forma como te ha mirado. Lo conoces desde hace mucho tiempo y has venido a Londres para estar cerca de él. Supongo que tus planes no eran vivir con tu prima mucho tiempo. Y no te has puesto a buscar un piso para tí sola, ¿Verdad?


Paula bebió más coñac.


—Tú mismo lo has dicho, Pedro. Con tanto trabajo, ¿cómo iba a tener tiempo?


—Si necesitabas tiempo libre no tenías más que habérmelo dicho.


—Sí, supongo que sí.


Pedro oyó una nota de duda en su voz. En ese caso, ¿Qué era lo que tenía pensado? Frunció el ceño. De repente se dió cuenta de que Paula no había hecho planes. Él había supuesto que Iván Blake había sido su primer amante y que por eso a ella le dolía tanto su desprecio. Pero ¿Y si no era ése el caso?  Paula era todo mujer, allí, acurrucada en el sillón. Sus labios sensuales y sus hinchados bajo el satén, todo en ella proclamaba su feminidad. Era imposible que, en esa época, nunca hubiera...


—Háblame de él —dijo Max rápidamente, prefiriendo no pensar lo imposible—. Quiero saber más de Blake.


Paula se quedó mirando el líquido ámbar de su copa y se preguntó qué demonios estaba haciendo ahí sentada a esas horas de la noche con sólo la luz de la hoguera iluminando la habitación, hablando de Iván con un hombre al que apenas conocía y que la había besado hasta hacerla temer estallar, haciéndola vislumbrar inimaginables placeres. Lo miró en el otro sillón, frente al suyo. Tenía los ojos fijos en las llamas. Se había quitado la chaqueta, se había aflojado la corbata y tenía elprimer botón de la camisa desabrochado. Un mechón de cabello le caía sobre la frente. 

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