lunes, 1 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 48

El fulgor del fuego dibujaba sombras en un rostro de rasgos marcados, de pómulos salientes, nariz aguileña y unos labios formando una dura línea como si tuviera la costumbre de reprimir sus sentimientos. De repente, Paula se dió cuenta de que Iván le interesaba tanto como el periódico del día anterior en comparación con Pedro. Iván era el recuerdo de una amistad de adolescencia sin un final. Si Iván hubiera hecho lo que cualquier otro chico en su situación hubiera hecho, ella se habría olvidado de él mucho tiempo atrás. Pero mientras ella se sentaba en su casa a pensar cómo hacerle famoso, él había estado persiguiendo a otras chicas, incluida Juliana. La verdad era que nunca había habido química entre ellos y nunca la habría. No lo había comprendido hasta ahora, hasta enfrentarse cara a cara con lo verdadero. ¿Qué haría Pedro si se levantara del sillón, se sentara en sus piernas, le rodeara el cuello con los brazos y lo besara? El cuerpo le ardió sólo de pensarlo.


—¿Por qué no me hablas de él? —insistió Pedro.


Paula lo miró. Si hablar de Iván la mantenía allí, a solas con Pedro, estaba dispuesta a hablar de él toda la noche.


—Tenía unos ocho años cuando lo conocí —comenzó Paula—. Él tenía un año más que yo, nueve, pero como iba un año atrasado y era tan bajito, no me dí cuenta. Estaba en el patio del colegio, con las gafas pegadas a la nariz con papel celo, y los chicos del colegio no tardaron ni un minuto en acercársele y meterse con él. 


—¿Y tú acudiste en su ayuda?


—Alguien tenía que hacerlo. No podía ignorarlo.


—¿No? —Pedro sacudió la cabeza.


—Desgraciadamente, después de aquello, se me pegó —dijo Paula.


—Supo reconocer lo bueno.


Paula se quedó mirando la copa de coñac. Iván le había dicho a su público que, de pequeños, ella le seguía a todas partes, pero había sido al contrario.


—Siempre iba detrás de mí, y te aseguro que tenía una habilidad especial para buscarse problemas. No eran sólo los chicos traviesos del colegio, no. También sacaba de quicio a los profesores, y ni siquiera se daba cuenta de que lo hacía. Vivía en su mundo.


—A los adultos les irrita mucho eso.


—Lo único que notaban en él era que se le olvidaba hacer los deberes o que perdía los libros. Y yo pasaba más tiempo diciéndole que hiciera los deberes que haciendo los míos.


—¿No debería haberse encargado de eso su madre?


—Su madre se marchó de casa cuando él aún era un bebé, lo abandonó —Paula tragó otro sorbo de coñac—. Y su padre no era exactamente un ejemplo de padre. Los dos hemos tenido eso en común.


El coñac la había hecho relajarse. Y la había puesto muy habladora.


—La única pasión de Richie era la música. El pop. En, el colegio pensaban que era un vago, pero no lo era. Hacía todo lo que podía por ganar dinero para gastarlo en equipo de música y se pasaba horastrabajando en ello. Y era un genio. Conocía todos los discos que se publicaban. Su pasión, su sueño era ser disc jockey; sin embargo, en el colegio nadie se dio cuenta de su habilidad para la música.


—Creo que he leído en alguna parte que a Mick Jagger los profesores le aconsejaron trabajar en una agencia inmobiliaria. 

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