miércoles, 3 de agosto de 2022

Tú Me Haces Falta: Capítulo 51

 —No. Quizá eso hubiera ayudado, pero... De haber sido así, podría haberla culpado. Sin embargo, mi esposa y mi mejor amigo estaban por encima de eso. Me rompía el corazón verlos en la misma habitación juntos, sin mirarse, sin tocarse... Sólo sufriendo.


—¿Por qué no la dejaste marchar? —Paula no pudo reprimir el tono acusatorio de su voz.


—¿Crees que no lo hubiera hecho? Pero no era tan sencillo. Daniel era un católico convencido, Paula. No podía casarse con una mujer divorciada, y la alternativa era impensable para él.


Paula se arrodilló delante del fuego y levantó los ojos para mirar a Pedro.


—¿Por eso fue por lo que murieron... Juntos? 


Paula era rápida sacando conclusiones, pero se había equivocado.


—No, fue un accidente, Paula. Yo era quien se suponía que debía morir, era lo único que podía hacer por ella —Pedro contempló su copa de coñac durante unos momentos—. A Mariana le encantaba esquiar, y a mí se me ocurrió llevarla a las montañas para que se relajara un poco y se olvidara de sus problemas. La llevé a un pueblecito apartado de los Alpes. Alguien debió decírselo a Daniel, o quizá fuera ella, eso no lo sé, el caso es que Daniel fue la primera persona que vimos al entrar en el hotel del pueblo. Para mí fue como una revelación, en ese momento pensé que aquel era el lugar y el momento para abandonar este mundo...


—¡Oh, Pedro!


—Hacía una mañana maravillosa, con un cielo azul totalmente despejado, aunque la noche anterior había nevado y la nieve se había helado. Sí, hacía un día hermoso para morir.


Paula ahogó un quedo grito.


—Algo debió despertar a Mariana, o puede que ni siquiera se hubiera dormido —continuó Pedro—. Debió darse cuenta de lo que yo estaba pensando porque despertó a Daniel y los dos salieron corriendo a buscarme. Les oí llamarme a gritos a mis espaldas. Yo estaba acercándome al borde de la montaña cuando me vieron. Daniel y Mariana intentaron cruzarse por delante de mí para desviarme, y fue entonces cuando...


Pedro se interrumpió al recordar la escena que aún le atormentaba, que seguía atormentándole todos y cada uno de los días de su vida.


—Me caí y perdí el sentido... —Pedro se estremeció al recordar el frío, un frío que no le había abandonado desde entonces.


—Pedro... —Paula puso la mano encima de la de él—. Creo que es lo más triste que he oído en mi vida. Qué pena, qué pérdida de dos vidas.


—Sí, la pérdida de dos personas extraordinarias.


Se quedaron en silencio durante unos momentos. Después, con cuidado, Paula apartó la mano de la de Pedro y volvió el rostro para mirar a la hoguera.


—No debería haberte contado esto. No sé por qué lo he hecho.


—No querías que me compadeciese a mí misma. 

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