lunes, 29 de agosto de 2022

Un Gran Equipo: Capítulo 22

No sabía por qué, pero se sentía más ligera, como si aquella conversación con Pedro le hubiera quitado un peso de los hombros.


–Hay otra cosa que me daba miedo, pero nunca se lo he contado a nadie –dijo él entonces.


–¿Y qué es?


–¿Prometes no reírte?


–Claro.


–Los coches parlantes.


–¿Qué?


–Me daban miedo los coches parlantes. Mi padre invirtió en una empresa de nuevas tecnologías que organizaba una convención anual. Pues bien, me llevó una vez cuando era niño, más o menos a la edad de Thiago. Era una convención de inventores, y mientras mi padre hablaba con unos colegas yo me acerqué a un coche que estaba en exposición. Pero cuando iba a tocarlo, el coche me advirtió que me alejase… Seguramente era una alarma, pero sonaba como un robot diabólico y me dió pánico.


Paula intentaba contener la risa, pero eso solo empeoró la situación.


–Por favor…


–No, en serio, fue horrible. Imagina el trauma cuando al año siguiente salió El coche fantástico en televisión –siguió Pedro–. Pero yo estaba decidido a enfrentarme a mis miedos. Cuando mis padres se iban a dormir, yo iba de puntillas al garaje y me encerraba en el coche. Solo, por la noche, esperando que dijese algo. Me juraba que no me asustaría pasara lo que pasara.


La imagen era absurda pero enternecedora; un niño en pijama, solo en el garaje.


–Deberías contarles esa historia a tus clientes porque demuestra lo perseverante que eres. Pedro Alfonso, un hombre que siempre hace lo que tiene que hacer, pase lo que pase.


De repente, Pedro se puso serio.


–¿He dicho algo malo?


–No, no, al contrario –Pedro apartó la mirada–. Es que me has recodado que tenemos un trabajo que hacer. Deberíamos irnos.


–Tienes razón –asintió Paula–. Pero gracias por todo. Lo he pasado muy bien.


De hecho, no lo había pasado tan bien desde hacía… ¿Cuánto tiempo? Ni siquiera recordaba la última vez que estuvo comiendo, charlando y flirteando un poco con un hombre tan atractivo. Seguramente con Santiago antes de la ruptura, pero su relación con él se había convertido en algo rutinario.


–En fin, gracias por escucharme.


Paula no entendía por qué Silvana había dejado a un hombre como él. Pedro era perfecto… Para otra mujer, por supuesto. Para alguien que no tuviese tantos problemas como ella. Porque incluso peor que el potencial desastre de salir con alguien de la oficina sería que Thiago se encariñase con otro adulto que desapareciera de su vida. De modo que Pedro era tan inalcanzable como las millonarias mansiones de River Oaks. ¿Para qué tentarse mirando unas propiedades que nunca podría tener?

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