viernes, 29 de octubre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 4

 –Ivi, ¿Eres consciente de cuánto me ha costado conseguir este trabajo? Si vuelvo, no tengo la seguridad de que me dejen entrar al país otra vez – improvisó desesperada–. Este es el sexto mes que llevo aquí y es el primer trabajo que he conseguido que tiene algo que ver con mi carrera. No puedo permitirme el lujo de arriesgarlo.


El silencio que siguió a aquella respuesta estaba lleno de desilusión. Paula se sentía terriblemente mal, pero no cedió. Notó que las lágrimas que empapaban su rostro. No sabía cuándo había empezado a llorar.


–Oh, bueno, si no puedes, no puedes –respondió Ivana al cabo de un rato.


Era obvio que estaba dolida. ¡Maldita fuera!, pensó Paula. Aun así, era preferible que su hermana se sintiera dolida en ese momento a arruinarle el día de su boda llorando por el hombre con el que se iba a casar.


–Mira, tengo que irme. Hay un tipo con el que tengo que hablar hoy mismo sin falta. Te llamaré para que vayas dándome noticias sobre la boda. Ponme un correo electrónico, si lo prefieres. Al fin y al cabo, para eso sirve Internet –dijo Paula, intentando mostrarse animada.


–Sí, por supuesto, te llamaré –respondió Ivana y colgó el teléfono.


Paula dejó el auricular en su lugar y se sonó con fuerza la nariz. Si al menos Ivana no se hubiera ocupado de ella desde el momento en el que Miguel Chaves se había casado con Diana. Si no la hubiera enseñado a navegar. Si no hubiera jugado con ella, y le hubiera leído cuentos, y le hubiera prestado su maquillaje… Y si las dos no se hubieran enamorado del mismo hombre… Pero había ocurrido. Y a Manuel Viale, con su dulce sofisticación, le había bastado mirar a Ivana para enamorarse de ella. Y era indudable que Manuel tenía razón. Ivana era una mujer de la que los hombres se enamoraban. Paula, sin embargo, era el tipo de mujer con el que a los hombres les gustaba salir de fiesta. Pero eso no significaba que ella no pudiera enamorarse. El problema era que no debía esperar que nadie la tomara en serio cuando lo hiciera. Y además, debería superar aquel enamoramiento cuanto antes. Bueno, por lo menos lo estaba intentando. Y no le estaba saliendo del todo mal. A veces era capaz de no pensar en Manuel durante una hora. Estaba segura de que con el tiempo conseguiría quitárselo de la cabeza. Pero no si volvía a Londres y lo veía recorrer el pasillo de la iglesia con Ivana. Paula nunca le había contado a nadie que estaba enamorada. Pero Manuel conocía su secreto. Cada vez que sus miradas se cruzaban, era consciente de ello. Y su corazón revivía una y otra vez el dolor de su rechazo.


–Amor –dijo Paula furiosa–. ¿Quién lo necesita? 


Pero lo superaría. Por supuesto que lo superaría. Siempre y cuando Ivana y Manuel continuaran en Londres y ella se quedara en Nueva York, dando tiempo al olvido para operar su magia.





–Ivana, necesito que vengas conmigo a Nueva York –anunció Pedro Alfonso sin ningún preámbulo.


Ivana, que estaba sentada en su despacho, alzó la mirada sobresaltada.


–¿Qué?


Pedro le dirigió una de sus rarísimas sonrisas.


–Necesito camuflarme.


Ivana se puso inmediatamente en guardia. Llevaban meses trabajando juntos y conocía el trabajo que Pedro realizaba para la empresa, pero no sabía nada sobre su vida privada. Salvo que tenía treinta y tres años y estaba soltero. También que era atractivo, al menos si se pasaba por alto su permanente desconexión del mundo. Aunque para algunas mujeres, aquel aire reservado podía llegar a ser un auténtico desafío. Además, ¿Quién sabía con cuantas mujeres podía estar haciendo juegos de manos cuando se apartaba de su ordenador? Al pensar en ello, recordó que la semana anterior se había tomado algunos días libres. En cualquier caso, ella no pensaba dejarse involucrar en sus batallas domésticas.


–Yo soy asesora de dirección. De modo que si lo que quieres es una carabina, tendrás que buscarla en otra parte.


Pedro consideró en silencio su respuesta, e inmediatamente después le aclaró:


–Alguien está intentando hacerse con el control de la empresa. 

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