miércoles, 20 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 61

Pedro se levantó y fue hacia ella.


—¿Quién era ese tipo? —insistió.


—Solo un conocido —farfulló Paula.


—Supongo que el nombre no importa —dijo Pedro—. ¿Es el culpable de que hayas dejado de salir?


 —No.


—¿Estás segura? Puede que supieras que él iba a acudir esta noche y por eso te has puesto un vestido tan llamativo.


—¡No! —replicó Paula—. Solo intentaba cambiar de aspecto.


—Bien.


Pedro le quitó la taza de la mano y, para su asombro, sujetó su rostro entre las manos.


—¿Un nuevo aspecto? Bien, brindo por eso. Pero, ¿Por qué limitarse a la ropa? Veamos qué tal te sienta esto.


Pedro inclinó su cabeza hacia atrás y Paula sintió una leve presión en el cuello. Luego, la mano de él en su nuca alivió esa presión al tiempo que enredaba su pelo con los dedos. Mientras tanto, Pedro apretaba su boca contra la suya.


—Admítelo —dijo sin separarse de ella—. Te has vestido así para conquistarme, ¿Verdad?


Paula se estremeció mientras Pedro recorría con un dedo la línea de la columna.


—¿No es cierto? —repitió. 


—Sí.


—¿Por qué? —susurró sin despegar los labios.


—No, no lo sé —admitió Paula.


—Sí que lo sabes —asintió Pedro, que la estrechaba entre sus brazos—. Hay química entre nosotros y no puedes negarlo.


—No —negó confusa—. No...


Sentía las manos de Pedro a través de la tela, recorriendo su espalda. Pero él no intentó desnudarla.  Estaba despertando el deseo latente en cada poro de su piel. Paula sintió que todo su cuerpo se rendía irremisiblemente. Se sentía extraña. Nunca hubiera soñado con la idea de hacer el amor a Pedro Alfonso. Ni siquiera en un momento así, estaba segura de querer entregarse a él. Una parte de su ser no quería seguir adelante. Pero el deseo había ganado demasiado terreno y había perdido la capacidad de razonar. Era demasiado tarde para volverse atrás. Cualquier señal de inhibición se había esfumado. Se retorcía entre sus brazos, anhelante. Pedro se inclinó sobre su cuerpo y la besó en el cuello. Ella gimió. Todas sus emociones se agolparon a flor de piel. El roce de sus labios contra su piel desnuda era una sensación nueva y extremadamente erótica. Él también podía sentirlo. Se apartó un momento de ella, seguro de sus sentimientos. Paula estaba temblando, pero no estaba nerviosa. Casi podía sentir la electricidad circulando entre sus cuerpos.


—Llévame a la cama —dijo. 

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