viernes, 22 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 68

 —Yo no lo diría muy alto —musitó Paula.


—Sigo portándome como una completa idiota —agregó Ivana—. No paro de meter la pata.


Paula suspiró. Pero quería mucho a Ivana y sabía reconocer una señal de auxilio. La idea de quedarse a solas con sus propios pensamientos la asustó. Un cambio podía resultar beneficioso. Al menos se distraería y centraría su atención en los problemas de su hermanastra.


—¿Te gustaría venir a cenar?


Ivana apareció una hora más tarde. Paula nunca la había visto tan deprimida. Empezó a dar vueltas por la cocina mientras ella ponía agua a hervir y cortaba jamón.


—Mamá dice que no pierda la esperanza, pero no sé que puedo hacer —dijo Ivana—. Lo he intentado todo. He sido la animadora de la fiesta, la vecina de al lado y la chica formal, seria y trabajadora.


—Has utilizado un montón de disfraces —señaló Paula—. Quizá eso lo ha desconcertado y se ha sentido herido.


—Pero si ni siquiera me ha mirado —dijo desanimada.


—No es posible que no se haya fijado en tí.


—Ya sé que parece imposible —reconoció sin falsa modestia—. Pero le ha dedicado más tiempo a Miguel que a mí.


—¿Papá? —dijo Paula alarmada—. ¿No te habrás enamorado de uno de los ingenieros de la compañía de papá? La mayoría están casados.


—No trabaja en la compañía. Y no es exactamente un empleado — explicó Ivana—. Y estoy segura de que no está casado.


—Bien —suspiró Paula—. Es un consuelo.


De pronto, una idea cruzó su mente un instante. Era una locura.


—¿De quién estamos hablando, Ivana?


Pero su hermanastra había llevado la ensalada al salón y no la había escuchado. Durante la cena, siguió evitando la pregunta con evasivas. Se limitó a recrear sus encantos, la atracción que sentía hacia él y la indiferencia que él mostraba hacia ella.


—¿Qué puedo hacer si cuando todos los hombres del salón me miran a mí; él está mirando la hora? —preguntó Ivana. 


Paula sabía que no iba a sonsacarle nada. Bajo ninguna circunstancia podría haberse enamorado de Pedro. Ellas nunca se habían sentido atraídas por el mismo hombre. Y si Pedro hubiera sabido que una chica como Ivana bebía los vientos por él, nunca se habría fijado en ella.


—¿Qué edad tiene? —preguntó con astucia.


—No estoy segura.


—¿Lo conozco?


—Supongo que os han presentado, sí —dijo Ivana.


Estaba segura que no podía tratarse de Pedro. Ivana no actuaría con tanto descaro frente a ella. Todas las mujeres de la oficina de Alfonso, las invitadas de la gala y, seguramente, todas las mujeres del mundo, estarían de acuerdo en afirmar que era el hombre más atractivo del planeta. Ivana, una experta en la materia, nunca se hubiera sentido avergonzada si se hubiese encaprichado de él. Paula respiró, algo más relajada. La idea de que ella e Ivana se hubiesen enamorado del mismo hombre era demasiado dolorosa. Una verdadera tragedia, casi una farsa, que habría socavado definitivamente su dignidad. Pero era ridículo.


Al día siguiente, Paula acudió al despacho de Alfonso y Asociados, atormentada ante la idea de volver a ver a Pedro. Pero no había contado con los cambios de planes de su jefe. Él había tomado un avión esa misma mañana en dirección a Milán. Nadie lo había visto y había dejado en la mesa de Tamara un pliego con instrucciones para todos. 

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