lunes, 25 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 72

 —No pongas esa cara de preocupación —dijo Pedro con ternura—. Te prometo que todo irá bien.


Paula suspiró. Sabía que no debía temer a Pedro, pero ¿Y a ella misma? Ella decidió en ese momento que, pasara lo que pasara, se comportaría con honestidad.


—Estoy fuera de sitio —dijo con franqueza—. Ya sabes que no domino el arte de la seducción.


—Cuento con ello.


—¡Oh!


—No pensaba enseñarte el castillo todavía. Pero quería que vieras la cocina. Es el centro de operaciones y todo conduce hasta aquí. Si te pierdes, regresa a este lugar. Hay un mapa en la pared.


—Has estado reformando este lugar —dijo Paula, que había reconocido los planos.


—Aún no está terminado. Queda toda esta parte —dijo señalando los planos.


Paula nunca habría imaginado a alguien tan sofisticado como Pedro en un escenario tan primitivo, pero al escuchar sus explicaciones acerca de los hallazgos arquitectónicos ideados en la Edad Media, comprendió que él pertenecía a ese lugar. Se sentía cómodo allí y disfrutaba con su trabajo.


—No todo en mi vida son fiestas, champán y chaquetas de diseño, ¿Sabes?


—Tienes que dejar de leerme el pensamiento —señaló Paula avergonzada—. ¿Dónde voy a dormir?


—En mis brazos.


—No sé si encontraré el ... ¿Qué? —replicó Paula.


—Dormirás conmigo —repitió Pedro.


Paula se volvió hacia él. Pedro hablaba en serio y sus ojos no sonreían.


—No puedes hablar en serio —dijo furiosa—. No puedes decir algo así. ¿Y si yo no quiero dormir contigo?


—¿No quieres?


—¿Y si rechazo tu proposición? 


—Es cierto que, en algunos momentos, sacamos lo peor de nosotros mismos en presencia del otro —razonó Pedro—. Pero sigue habiendo algo entre nosotros.


Pedro guardó silencio un momento, pero Paula no lo interrumpió.


—Cuando hicimos el amor, ninguno de los dos lo habíamos previsto, ¿Verdad? Sabía que era demasiado pronto. Me has hecho enloquecer. Tenía que poseerte. Tienes que saberlo. Y yo no era el único, ¿No es cierto? Tú también estabas loca por mí.


Pedro dirigió una mirada a Paula que la exhortaba a confesar. Ella se estremeció y desvió los ojos hacia otro lado.


—La noche que entré en tu dormitorio supe que era un error. Te sentiste invadida. Pude notarlo. Y comprendí que apenas te conocía. Pero en ese momento el deseo se había apoderado de mí.


—Sí —murmuró Paula.


—Por esa razón pensé que si te hacía venir a mi refugio, te sentirías más cómoda. Estaríamos en igualdad de condiciones. Puede que incluso acabes sabiendo más cosas de mí que yo mismo.


Paula no podía articular palabra.


—Creí que, de este modo, te sentirías menos vulnerable —dijo Pedro—. Pasa la noche conmigo, Paula.


Pedro hizo un leve movimiento hacia ella, pero Paula retrocedió instintivamente y él se metió las manos en los bolsillos.


—No tenemos que hacer el amor si tú no quieres. No haremos nada que tú no quieras, pero déjame abrazarte. Sé que tienes miedo de perder el control, pero confía en mí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario