miércoles, 20 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 63

 —Bueno, reconozco que nunca me he acostado en medio de un mercado de abastos veneciano —meditó—. Pero estoy dispuesto a intentarlo.


—No se trata solo de eso —sonrió Paula con desgana.


—¿Estás segura?


La verdad es que no estaba segura de nada. Durante el baile se había sentido exultante al comprobar el efecto que su renovada presencia había tenido en el ánimo de Pedro. Se había sentido hermosa y admirada. Más aún, se había sentido deseada por él. Pero Pedro nunca deseaba a una mujer más de un mes. Ella lo sabía, por eso tenía que escuchar a su conciencia y refrenar el deseo.


—Eres mucho más sofisticado que yo.


—Eso es una tontería. 


—Lo digo en serio —recalcó—. Te agradecería que te fueras.


—Yo no lo creo —respondió Pedro con seguridad.


Se levantó y avanzó hasta ella. El cuerpo de Paula reaccionó al instante al sentir la proximidad de Pedro.


—Si hemos llegado hasta aquí —razonó—, ¿Cuánto crees que tardaremos en volver a este punto?


—Eso no ocurrirá —dijo Paula, mientras combatía su instinto.


—Claro que ocurrirá —confirmó Pedro—. Puedes estar segura.


Paula no dijo nada. Cada poro de su piel confirmaba esa sospecha.


—No dejaré que huyas de lo que sientes —dijo Pedro.


—No puedes retenerme —replicó.


—No hará falta.


Paula luchaba contra el deseo. Se debatía y trataba de pensar con claridad, pero no le era posible. Temía que él la olvidara al cabo de unas semanas. Entonces, volvería a la soledad de sus noches pintando murales en su habitación. Pero no podía acallar todos los mensajes que su cuerpo la enviaba. Nunca antes había sentido nada semejante y sabía que él la deseaba en ese preciso instante. Pero, ¿Y al día siguiente? Puede que tuviera otra oportunidad. Lanzó un suspiro, clavó sus ojos en los de él y se entregó, vencida por el deseo. Se abalanzó sobre él y comenzó a arrancarle la ropa, al tiempo que se desvestía. Se sentía apabullada por la presencia física de Pedro. Había dejado de pensar y le embargaban un cúmulo de sensaciones nuevas. Él también parecía desesperado. Su respiración era irregular. El deseo era tan intenso, que estaba cercano al dolor. Paula estaba casi conmocionada. Las imágenes de Venecia se cruzaban en su mente con la voz de Pedro, susurrando su nombre. Todo daba vueltas a su alrededor... Más tarde, Pedro dormía. Paula descansaba entre sus brazos. Estaban pegajosos y sudados. Todo su cuerpo estaba relajado, pero no podía dormir. Nunca antes se había sentido tan querida. Irradiaba una paz interior demasiado dulce para dormir. Levantó la vista y acarició a Pedro. Una sombra empezaba a oscurecer su mentón. Deslizó la mano a contrapelo. Sonriendo, se volvió y besó la mano que él tenía sobre su hombro.


—Amor mío —dijo con ternura. 

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