lunes, 18 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 59

Llegaron hasta la puerta y Pedro la dejó en un banco de madera.


—Espera aquí. Iré a buscar el coche.


—¿Y si no quiero ir contigo? —protestó Paula—. ¿Prefieres bailar con un solo tacón? Puedo descalzarme.


—No eres la clase de chica que baila descalza en una fiesta —rugió Pedro.


—Eres demasiado estricto —se burló Paula.


—Y tú estás jugando con fuego —señaló Pedro—. Siéntate y no te muevas.


—Debería despedirme de mis padres.


—Les diré que voy a llevarte a casa —aceptó Pedro.


—No soy una niña, ¿Sabes? 


—Me he dado cuenta —indicó—. Igual que el resto de los invitados. Espero que te hayas divertido.


—Puedes estar seguro —sonrió Paula.


Hubo un silencio embarazoso. Por un momento, Paula temió que Pedro fuera a estallar allí mismo, pero no ocurrió nada. Se limitó a señalar con el dedo el banco de madera y desapareció en la oscuridad. Ella se sentó, encantada con el curso de los acontecimientos. Se sentía libre para hacer cualquier locura, segura de que Pedro estaría a su lado para enmendar sus errores.


—Por fin te encuentro —dijo Ivana.


Paula levantó la vista y vió a su hermanastra frente a ella. Parecía preocupada.


—He visto a Julián. ¿Te ha molestado?


—No —contestó Paula—. ¿Ocurre algo?


—Nada nuevo —reconoció Ivana alicaída. 


—¿Cómo?

—He cambiado de imagen —exclamó de pronto—. Me he comportado bien toda la noche. ¿Y para qué? Ni siquiera lo ha notado.


—Él está aquí —dijo Paula, que empezaba a aclarar sus ideas.


—He probado todo lo imaginable, pero no he obtenido ni una respuesta favorable. A sus ojos es como si no existiera. Ya sé lo que dicen sobre él, pero pensé que yo lograría interesarlo.


Ivana dejó de hablar y ahogó un asomo de llanto. Paula la obligó a sentarse junto a ella y la abrazó con cariño.


—Se fijará en tí —dijo Paula—. Dale un poco más de tiempo.


—El tiempo solo consigue aburrirlo más —dijo Ivana desolada—. Ojalá fuera como tú. Me siento humillada.


—¡Ah, el amor! —comentó Paula.


Ivana se limpió la cara con la mano y se levantó.


—No tiene sentido hacer un drama de todo esto. Ha tenido su oportunidad —dijo con su mejor sonrisa—. Tengo que volver a la pista de baile y demostrar que estoy bien. Puede que eso lo haga reaccionar.


Su voz denotaba muy poca esperanza. Dió un achuchón a Paula y desapareció. 


En ese momento regresó Pedro, que se cubría con la chaqueta de la lluvia, y todo lo demás dejó de tener importancia para Paula. Debía estar cayendo aguanieve porque él tenía minúsculos copos en el pelo. El magnetismo que él irradiaba la golpeó como una súbita ráfaga de viento. Se levantó y avanzó cojeando hasta él. Estaba asustada de sus propios sentimientos, pero no podía negar la realidad. Una vez en el coche, guardó silencio. Pedro también estaba callado y su expresión era sombría. Tenía la mirada fija en la carretera. Paula sopesó la idea de hacer algún comentario, pero temió que fuera la chispa que pudiera encender la furia de Pedro y derivar en una violenta discusión. Quizá ese fue el motivo por el cual no se opuso a que la acompañara hasta la puerta de su departamento.

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