miércoles, 13 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 48

 —¡Estamos salvados! —exclamó Fernando con júbilo—. Alfonso Y Asociados quiere que diseñemos un plan de seguimiento.


Paula se sentía como un barco a la deriva a la espera de una ola gigante que lo hiciera naufragar.


—Quieres decir que Pedro Alfonso quiere que yo me encargue personalmente —rectificó Paula con la voz apagada.


—Da lo mismo. Yo puedo hacerme cargo de los otros clientes. Asegúrate de que no nos falte liquidez a corto plazo. Por cierto, ¿Ya has cobrado el informe preliminar que preparaste para Alfonso?


—No —vaciló Paula—. Escucha, Fernando. No estoy segura de que sea una buena idea.


Estaban sentados en el despacho de Fernando, sobre el garaje. Antes había sido la habitación de invitados, pero lo habían reconvertido cuando habían fundado la sociedad. Podían oír a la mujer de Fernando gritando a uno de sus hijos para que se cambiara de calzado. Paula no podía olvidar que él tenía una familia que mantener.


—Estoy seguro que puedes manejarlo —dijo.


—¿Tú crees?


—Nunca he visto un cliente al que no pudieras enfrentarte. Además, fue él quien te lo pidió —recordó Fernando, que seguía repasando las cuentas.


Paula suspiró. De pronto, Fernando se giró y centró toda su atención en ella.


—Escucha. Ya sé que ese tipo no te gusta, pero es una buena oportunidad. No podemos permitirnos rechazarla. Es un auténtico caramelo.


—Ya lo sé —murmuró Paula—. Está bien. Lo haré.


—Si no me equivoco, Alfonso ha trabajado con tu padre. Si no estás a gusto deberías pedirle consejo.


—Tienes razón —asintió Paula—. Eso es precisamente lo que pienso hacer. 




Su padre recibió con una mezcla de sorpresa y vanidad la solicitud de su hija, pero no tenía un solo hueco libre en su agenda.


—Olvídalo. Ya me las apañaré —dijo Paula—. Siempre lo he hecho.


Pero algo en la voz de su hija hizo cambiar de opinión a Miguel Chaves.


—Te espero mañana en el Hotel Savoy, a las siete. Desayunaremos juntos.


Paula llegó pronto, pero su padre ya había ocupado una mesa junto a la ventana. Se levantó cuando vió a su hija avanzando entre las mesas.


—Te he pedido cereales y huevos revueltos —dijo mientras la besaba—. Tu madrastra dice que estás paliducha y que tengo que alimentarte bien. Te manda recuerdos. Me pidió que te preguntara acerca de un amigo, pero no recuerdo su nombre.


—Mejor —dijo secamente—. Procura olvidarlo.


—Tú sabrás —indicó Miguel—. Bien, ¿Quieres explicarme que estás haciendo con Pedro Alfonso?


Paula explicó en pocas palabras todo el proceso. Su padre se sirvió más café.


—Crees que quiere enredarte —asintió Miguel con astucia—. ¿En el terreno personal o en el profesional?


Paula se quedó muda. La capacidad de su padre para llegar a la raíz del problema era una de las razones que lo habían aupado a su posición actual. 

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