viernes, 8 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 40

De ese modo, probaba que conocía perfectamente el nombre del actor pese a sus titubeos anteriores, pero Paula estaba demasiado furiosa para notarlo. Pedro se sentó de lado y encaró a Paula. Estaba increíblemente cerca de ella. Y había espacio de sobra en la limusina para los dos.


—Tienes una cita con Cristian —repitió con disgusto—. ¿Qué tiene Cristian de Witt que no tenga yo? 


Entonces Pedro la tomó en sus brazos súbitamente, y la besó. No había sido algo calculado como la escena que había representado en la puerta de su departamento. Fue un movimiento más violento. De hecho, parecía que Pedro no tenía la menor intención de besarla, y que la situación lo disgustaba profundamente. Su respiración era entrecortada y parecía que sus manos hubieran actuado por cuenta propia. Paula sintió el peligro de cerca. A duras penas, sus labios dejaron escapar una tímida protesta. Él la soltó con la misma brusquedad con que la había sujetado.


—Lo siento —dijo—. Es el cambio de hora.


Paula se llevó la mano a la boca. Todavía podía sentir su tacto, su sabor. No se movió.


—No tienes que mirarme así. Me has pedido que parase y lo he respetado. No acostumbro a forzar a las mujeres.


—Yo nunca hubiera pensado...—dijo Paula encarnada.


—¿De veras? Pues lo aparentas muy bien.


Pedro estaba realmente enojado. Estaba furioso. Paula conocía bien esa sensación y comprendió que estaba casi tan irritado con ella como consigo mismo.


—¿Por qué te has puesto así? —preguntó con voz temblorosa—. No lo entiendo.


—¿Ah no? —y lanzó un largo suspiro—. Entonces puede que te convenga asistir a clases de química.


No era una ironía. Paula hizo un gesto de impotencia.


—Tal y como dijiste por teléfono —recordó— la química no se me da bien.


Intentó forzar una sonrisa, pero apenas esbozó una mueca ridícula. Pedro la acarició la cara con ambas manos y la miró a los ojos.


—Quizá los dos necesitemos ir a clase —dijo con sequedad.


La limusina avanzaba muy despacio entre la multitud. Algunas personas se inclinaban para curiosear el interior del coche. Paula se asustó al pensar que cualquiera podría haber presenciado la escena anterior. No cabía duda de que el chófer había tomado buena nota a través del espejo retrovisor. Su cuerpo se estremeció con ese pensamiento. Se tapó con la esclavina como si fuera la capa de un mago. 

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