viernes, 29 de octubre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 2

Ésta alzó los ojos hacia el retrato de su hermanastra. Paula le devolvió la mirada con aquel aire travieso apenas disimulado. Su boca no solo estaba haciendo esfuerzos para no reír, sino que tenía una forma tan sensual que sería capaz de elevar la tensión de un hombre hasta límites peligrosos. Por supuesto que no ocurría nada malo con Paula. Era rubia, maravillosa y, a los veinticuatro años, había conseguido un trabajo con el que la mayoría de la gente solo se atrevía a soñar. Estaba viviendo en la ciudad más emocionante del mundo. Podía tener a cualquier hombre que deseara. De modo que era imposible que le ocurriera nada malo.


–No –dijo Ivana, convenciéndose también a sí misma–. Paula está maravillosamente.


Le dirigió a Diana una sonrisa radiante. Ésta tardó algunos segundos en responder. 


–Paula te contaría cualquier cosa –dijo, casi para sí–, ¿Pero me la contarías tú a mí?


–Si de verdad pensara que le ocurre algo malo a Paula, lo haría –le aseguró Ivana–. Pero no lo creo. Sinceramente. Creo que lo que me pasa es que empiezo a ser víctima de los nervios previos a la boda. Ya sabes lo poco que me gusta tener que aparecer en público.


–Una razón más para que Paula sea tu dama de honor. Ya sabes que ella te ayuda a vencer tus miedos.


Ivana recordó los grupos de teatro de la adolescencia, los conciertos en el instituto… Dos minutos antes de actuar, siempre se quedaba paralizada. Entonces le correspondía a Paula hacer alguna trastada. De tal manera que, cuando salía a escena, se había olvidado completamente de sus nervios, pensando en la gamberrada de su hermana.


–Todo el mundo pensaba que yo era una gran oradora y Paula una gamberra –comentó, recordándolo–. Nadie se daba cuenta de que las dos cosas iban juntas.


Diana soltó una carcajada.


–Será mejor que no repitáis el numerito ante el altar. Consigue que mi hija venga, ¿Quieres? La necesitas.


Ivana no lo negó. Y en ese mismo instante, decidió llamarla. La oficina era un enorme espacio abierto, todo madera y diseño. No había escritorios. Los escritorios eran algo anticuado. Los periodistas utilizaban ordenadores portátiles sobre mesas de diseño minimalista. Había cientos de espejos. Y todos los muebles tenían ruedas.




–Fluido. Dinámico. Nos gusta que todo pueda moverse –le había explicado Leticia Caruso, su jefa, el día que le había mostrado su lugar de trabajo–. La decoración nos recuerda que el mundo está en constante movimiento.


Aquello había sido en el mes de noviembre. Para Navidad, Paula ya era campeona de carreras en silla con ruedas. El premio había consistido en salir una noche por la ciudad bajo la dirección de Paula. Todo el mundo se había mostrado de acuerdo en que la salida con ella había sido una experiencia única. Era divertida, sabía bailar y disponía de una magnífica lista de contactos. 


A las cinco de la tarde, Paula estaba sentada frente a una mesa minúscula, intentando hablar por teléfono con un estilista de Los Ángeles y tomando notas, al tiempo que intentaba evitar que sus papeles cayeran al suelo. Era consciente de las agujetas que tenía en la pierna, del inicio de una tortícolis en el cuello y de la velocidad a la que se estaba evaporando su paciencia. De hecho, estaba tan concentrada en no dejarse dominar por el genio que al principio ni siquiera registró la llamada.


–¡Eh, inglesa! Te estoy hablando a tí. 

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