viernes, 22 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 69

 —¿No se habrán peleado, verdad? —bromeó Tamara. 


Paula apenas esbozó una tímida sonrisa, pero enseguida se puso manos a la obra.


—Tendría que haberse limitado a dejar un número de teléfono para poder localizarlo en caso de emergencia —afirmó—. Déjame ver esa lista. Convoca una reunión a las once. Tenemos que organizar este caos de una vez por todas.


Tal y como habría sospechado, la lista estaba repleta de minucias sin importancia, de las que no valía la pena ocuparse en ese momento.


—Bien —dijo Paula ante el equipo de trabajo—. Voy a entrevistarme personalmente con cada uno de vosotros y quiero que me digan las cinco tareas más importantes que tienen que hacer esta mañana. No se trata de ningún examen. Solo quiero que nos pongamos de acuerdo en lo que es verdaderamente importante. 


—Pero Pedro...


—Olvidense de Pedro —contestó—. Él se ha olvidado de ustedes. Se trata de hacer que este despacho funcione. Puede pasearse por las calles de Milán hasta aburrirse. Pero cuando regrese estaréis rindiendo al máximo de sus posibilidades, o yo misma me encargaré de ponerlos de patitas en la calle.



Pero Pedro no estaba pavoneándose en las calles de Milán. Pasó por la oficina para hacer una llamada y desapareció. Alquiló un coche deportivo y condujo a toda velocidad hacia el sur. Había perdido los nervios con Paula. Era algo que no había sucedido jamás y eso lo torturaba. Habían llegado a las manos y, por un instante, había sentido el impulso de abofetearla. Esa imagen se repetía en su cabeza con insistencia. Estaba confuso. No tenía ni la menor idea de cómo actuar con ella. No se trataba de una de esas princesas de la alta sociedad con las que solía alternar, sino de una mujer trabajadora con un pésimo gusto para elegir pareja. Pero no era una mujer normal. Lo había sabido desde el primer momento. El recuerdo de ese primer encuentro en casa de Diana lo hizo sonreír. Era una experta en los negocios, pero carecía de experiencia en otros muchos campos. Y su alarmante falta de autoestima no la ayudaba a superar esas carencias. Por esa razón había reaccionado así durante la gala.  A los ojos de Paula, él se habría comportado como un perro de presa, acosando a su víctima, esperando su momento para llevarla a la cama y anotarse un triunfo. Y había algo de verdad en ese supuesto. Aquella noche, se había vuelto loco al verla con aquel vestido, coqueteando con todos los invitados. Era la imagen de la tentación, pero Paula era demasiado inocente para calibrar el efecto que podía tener sobre él. Al final, no le había importado. La había deseado desde el primer día y esa noche se había abierto una brecha. Había aprovechado su ventaja sin pensar en nada salvo apagar su deseo. Golpeó el salpicadero del coche con el puño y aceleró. Esa era la razón que la había llevado, por la mañana, a comportarse como la heredera de voz de pito y fingida indiferencia. Todo había sido una farsa. Ahora lo sabía. Y lo habría sabido entonces si no lo hubiera engañado. De no haberse sentido herido, nunca habría contraatacado con tanta virulencia. Todavía podía recordar la mirada acongojada de Paula. Pese a todo, ella había devuelto el golpe. Nunca se rendía. Durante días, la había considerado una suerte de detective. Sabía cómo luchaba en cuanto se sentía amenazada. Era probable que él conociera mejor que ella misma sus respuestas antes esos ataques. 

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