lunes, 18 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 57

 —Yo también soy un ser humano. No solo un autómata.


—¿De qué estás hablando?


—Eso fue lo que dijiste.


—¿Y crees que así me quitas la razón?


—A tí —Y Paula miró en todas direcciones— y a todos los demás.


—¡Dios mío! ¿Qué es lo que provocado?


—Una avalancha, espero —replicó Paula, radiante.


La música cambió. Paula se arrojó en brazos de un desconocido y se dejó llevar. Era muy gratificante comprobar que él no había tenido tanto éxito a la hora de cambiar de pareja. Pedro se quedó de pie, mirándola, mientras las parejas pasaban a su lado girando sin parar. De pronto, comprendió su posición y se abrió paso entre la gente. Ella suspiró aliviada. Había sido un encuentro efímero.


—¿Paula? ¿Eres tú?


—¡Julián! —dijo Paula sobresaltada.


De pronto, sintió que el perfume de las flores le producía mareos y que la cabeza le retumbaba.


—No tenía ni idea de que fueras a venir. Estás preciosa.


Paula creyó detectar cierta ironía en su voz. A Julián nunca le había gustado perder protagonismo. Siempre había querido ser el centro de atención. Ella bebió otra copa para recuperar la confianza.


—Tu tampoco tienes mal aspecto —señaló.


—Ha pasado un siglo.


—¿De veras? —sonrió Paula—. He estado tan ocupada que no lo he notado.


—Por supuesto —admitió Julián—. Nadie trabaja tanto como tú.


Paula notó una rabia profunda, pero siguió los consejos de Ivana y esbozó su sonrisa más cautivadora.


—No es para tanto.


La orquesta había empezado a tocar otra vez y las parejas se apelotonaban en el centro de la pista.


—Escucha, ¿Por qué no salimos afuera? Necesito un poco de aire fresco. 


—De acuerdo —aceptó Paula con absoluta indiferencia.


El jardín también estaba profusamente iluminado. Habían colgado luces de fantasía en las moreras y guirnaldas con estrellas de luz, que se encendían y apagaban intermitentemente. Paula se sentía como la abanderada en la cruzada contra todo lo falso y lo postizo, incluido su ex. Julián también parecía sorprendido, pero tenía su propio plan en mente. Empezó a acariciarle el brazo.


—Paula, querida, casi no salgo de mi asombro cuando te he visto.


—No has sido el único —asintió Paula.


—Te he echado de menos.


Deslizó sus dedos sobre la piel suave de ella, hasta llegar al hombro. Paula recordaba que esas caricias la habían hecho estremecer en el pasado. Pero en ese momento solo le recordaban que empezaba a hacer frío.


—Deja que te lleve a casa. Así entrarás en calor —dijo Julián, que no perdía oportunidad.


La besó en el hombro. Paula sintió la lengua húmeda y el contacto provocó un inmediato rechazo. Lo empujó, pero él se limitó a sonreír. Recordaba que a Julián siempre lo había enardecido encontrar un poco de oposición. Nunca había aceptado que una mujer pudiera sustraerse a sus encantos. Temió que él pudiera malinterpretar ese primer empujón. 

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