miércoles, 13 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 46

Tamara salió y cerró la puerta tras ella. Pedro la miró con aire amenazador.


—Esto —señaló el informe con un dedo— no era lo que esperaba.


Paula casi pareció aliviada al oír eso. No estaba preparada para abordar el incidente del día anterior. 


—¿Ah no?


Pedro se levantó y empezó a pasear por la habitación. Paula tensó cada músculo.


—Creí que me harías alguna recomendación acerca de la organización del espacio o sobre la necesidad de poner un ambientador en los servicios. Pero me aconsejas que despida a la mitad de la plantilla. 


—Y eso es exactamente lo que esperaba que hicieras —dijo Paula con calma.


Pedro la miró. Era increíble cómo había cambiado. Si intentaba tocarla, aunque fuera en broma, se ponía nerviosa y empezaba a tirarlo todo. Pero si la retaba en el terreno laboral ni siquiera pestañeaba. Sin embargo, había llegado tensa como un resorte. ¿Acaso temía que él la tocara? La idea rondó su cabeza.


—Estás exagerando —indicó Paula—. No digo que tengas que despedir a nadie.


Se inclinó, tomó el informe y se lo entregó.


—Si lo hubieras leído detenidamente, en vez de echarle un vistazo por encima en el asiento de la limusina —dijo—, sabrías exactamente a qué me refiero.


Pedro solo podía pensar en acariciarla. Estaba preciosa cuando se enfadaba. Esa idea derivó en una sonrisa involuntaria. Incluso le produjo un sudor frío, pero Paula no se percató de esta reacción.


—Alfonso y Asociados —prosiguió— es la típica organización orgánica. Todo funciona mientras el volumen de trabajo es pequeño. Hay comunicación entre los distintos departamentos, pero ¿Me estás escuchando? Ya no son una empresa pequeña. Es imposible mantener ese ritmo de trabajo.


Pedro pensó que estaba preciosa. Hablaba con determinación y todo su discurso era pura pasión. Solo tenía que lograr que centrara toda su atención en él, en vez de hacerlo en la compañía, y el mundo giraría sobre sus ejes. Procuró concentrarse en la discusión.


—El correo electrónico —Paula se levantó—. ¿Cuántos mensajes recibes cada día? ¿Y el equipo de delineantes? ¿O la misma Tamara?


Paula se sentía pletórica. Sabía de lo que hablaba y tenía el control. Estaba renaciendo de sus cenizas como el Ave Fénix.


—Tal y como yo lo veo, tienes dos opciones —señaló—. Puedes hacer recortes en la plantilla o bien puedes crecer. En ese caso, necesitas una estructura, definir responsabilidades y delegar.


—Ya lo hago.


—No es cierto —negó Paula—. Ni siquiera se atreven a llamar a alguien para arreglar el techo sin tu permiso.


Pedro la miraba con extrañeza, pero Paula no parecía notarlo. 

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