viernes, 29 de octubre de 2021

Tuyo Es Mi Corazón: Capítulo 3

Paula miró entonces a su alrededor. Tras ella, Nadia Kubitchek la saludaba alzando los brazos al cielo. Posó la mano sobre el pequeño micrófono que tenía cerca de la boca y vocalizó una pregunta.


–Tu hermana –gritó Nadia.


–Ah –Paula volvió a dirigirse a su interlocutor de Los Ángeles–. Lo siento, Antonio, ha surgido algo. Te llamaré cuando vuelva –haciendo caso omiso de las protestas del estilista, se quitó los audífonos y desconectó el teléfono móvil.


Nadia le aconsejó:


–Vete al despacho de Caruso. Esta mañana está entrevistando al millonario del mes en el Museo Guggenheim. No creo que vuelva.


–Muy bien, gracias.


Leticia Caruso tenía una de las pocas sillas cómodas de la empresa. Todos la usaban cuando podían. Paula voló hacia el asiento de cuero y descolgó el teléfono.


–Hola, Ivi, ¿Qué tal?


–Hola, Pau. Yo muy bien, ¿Y tú?


–Genial.


–¿Y el trabajo?


Paula soltó una carcajada.


–He tenido un par de roces por culpa del estilo policial de la empresa, pero aparte de eso, todo va bien.


–¿Estás segura?


–Claro que sí. Caruso dice que tengo un desagradable sentido del humor inglés. Y le gusta. Si soy buena chica, incluso me dejará entrevistar a uno de sus millonarios. No, corrige eso. Si soy una chica mala e ingeniosa.


–Caramba. Lo de ingeniosa lo comprendo. Pero tú nunca has sido mala.


–Estoy trabajando en ello –se estiró perezosamente–. Pero háblame de tí, ¿Qué tal va la boda?


–Cada vez parece más aparatosa –respondió Ivana apesadumbrada.


Paula sonrió. 


–Te lo dije. Mi madre no es capaz de imaginar una boda tranquila.


–Quizá sea capaz de hacerlo cuando te toque a tí.


Era una suerte que Ivana estuviera al otro lado del Atlántico. Porque la sonrisa de Paula desapareció de su rostro. Afortunadamente, Ivana ni siquiera lo sospechó.


–Yo ni siquiera soy su hija –añadió–. Y las bodas y yo siempre hemos pertenecido a universos separados, ¿Pero crees que me hará algún caso?


–No –respondió Paula–. En lo que a una madre concierne, la experiencia de una boda ocupa todo el universo conocido –estaba haciendo un enorme esfuerzo. Y lo estaba consiguiendo. Su voz no sonaba demasiado mal.


Y, de hecho, Ivana no detectó ninguna preocupación en sus palabras.


–Tienes toda la razón –vaciló un instante–. Eh… Esta es la razón por la que realmente te llamaba.


Paula se aferró con fuerza al auricular, suplicando en silencio que no le pidiera que fuera a su boda. Estaba aterrada.


–¿A qué te refieres?


–Necesito ayuda.


Si Ivana la hubiera golpeado, Paula no se habría asustado más.


–No me la pidas a mí –contestó en cuanto fue capaz de respirar–. Yo nunca he organizado una boda. Si no confías en mamá, inténtalo con una de las amigas de Manuel. Y si no, seguro que tiene que haber alguna agencia que ayude apreparar bodas.


–Probablemente –dijo Ivana, con la indiferencia de una persona tan segura de que era adorada que apenas se fijaba en las mujeres que rodeaban al arquitecto que la amaba–. Pero no es un consejo técnico lo que quiero.


Paula sintió que se le cerraba la garganta.


–¿Ah, no?


–Quiero a mi hermana –dijo Ivana directamente.


Por un instante, Paula se quedó literalmente sin habla. Todo su ser gritaba «¡NO!». Oh, aquello era realmente injusto.


–¿Pau? ¿Estás ahí? ¿Paula?


–Sí –farfulló Paula–. Sí, estoy aquí. Ha debido haber algún problema en la línea.


–¿Y bien?


Paula se sentía como si se estuviera ahogando. 

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