lunes, 11 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 44

 —Tres copias —dijo sin ninguna inflexión en la voz—. Te recomiendo que se lo enseñes a tu equipo lo antes posible. Me han dedicado muchas horas y estarán expectantes.


—¿Por qué no te quedas y les hablas tú directamente?


Era una sugerencia que tenía sentido, pero daba la impresión que se había sentido obligado a decirlo. A su pesar, Paula levantó los ojos y volvió a mirarlo. Su actitud revelaba algo más que simple cansancio o preocupación. Parecía que hubiera asistido a una especie de revelación durante la noche. Y no precisamente agradable, en opinión de Paula. Poco a poco, Pedro regresó a la realidad, como salido de una conmoción. La miró a los ojos muy fijamente, con intención. Ella empezó a perder pie. Pedro pronunció su nombre con ternura. 


—Yo...—balbuceó Paula, que no sabía qué decir—. Tú equipo...


Pedro tiró los informes sobre la mesa y avanzó hacia ella.


—Tardarán varias horas en llegar —dijo.


—Deberías informarlos lo antes posible —repitió Paula mecánicamente.


—Tan pronto cómo lleguen, los haré pasar y tú misma podrás explicarles todo. Mientras tanto...


Paula apartó la vista. Esa mirada horadaba su ser como un láser, y dolía. Deseaba que Pedro la acariciase con toda su alma. Dió un paso atrás y miró el reloj.


—Ahora no tengo tiempo. Lo siento.


—Entiendo —dijo Pedro bruscamente.


—Tengo una cita en el centro a primera hora —explicó Paula.


Pedro le quitó las otras dos copias de la mano y las dejó sobre la mesa del despacho. Paula se sobresaltó.


—Así que pensabas colarte aquí de madrugada sin que nadie te viera.


—No —repuso muy digna—, pero pensé...


—Que de esta forma no tendrías que verme —terminó Pedro con dureza—. Me pregunto por qué.


—Estás diciendo tonterías.


—Y solo puedo pensar en dos razones —siguió Pedro—. Una es que tu informe es tan pobre que te avergüenzas.


—¿Cómo te atreves? —saltó Paula de pronto.


—Y la segunda es que te asusta la química que existe entre nosotros.


—No le tengo miedo a nada —masculló Paula.


—Me temo que los dos sabemos que eso no es verdad —sonrió Pedro—. Has probado en qué consiste la vida real y te ha entrado pánico.


El tono de su voz, frío como el hielo, la hirió. ¿Qué había hecho para que Pedro se hubiera irritado tanto? Ni siquiera había leído el informe todavía. No podía reaccionar así solo porque lo hubiera rechazado. Nadie intenta conquistar a otra persona un lunes por la mañana en la oficina. Y menos tipos tan atractivos como Pedro Alfonso. Seguía tomándola el pelo, burlándose de ella. ¿O no? 

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