viernes, 22 de octubre de 2021

La Heredera: Capítulo 66

 —Dime una cosa —preguntó—. ¿Qué pasó anoche?


—Anoche bebí demasiado —dijo sin mirarlo a los ojos.


—No habías bebido cuando llegaste a la fiesta —recordó Pedro—. Te pusiste ese vestido para humillarme, ¿No es cierto?


—No —dijo Paula, indignada.


—Buscabas venganza —continuó Pedro— porque dije que no sabías coquetear.


—Eso es una estupidez —dijo Paula, pálida.


—O puede que fuera un simple experimento. Una nueva imagen para un hombre distinto —apuntó Pedro.


Paula soltó una sonora carcajada. Estaba completamente equivocado. Pedro la miró un momento interminable, sin dejar traslucir sus pensamientos. Pero ella podía ver la rabia crecer en su interior.


—¿A cuántos hombres has enredado antes de decidir si te convenían? —preguntó.


—¿Qué?


—Y yo que te acusaba de no saber nada acerca de la química — prosiguió—. Seguro que te ha costado no reír.


—¿Qué quieres decir?


—Vamos, ¿Qué ha pasado? Anoche no estuve a la altura de las expectativas, ¿Verdad?


Los ojos de Paula echaban chispas.


—No, por supuesto —continuó Pedro—. No esperabas que ocurriese nada.


—Yo...


—Y ahora estás muerta de miedo.


—Claro que no —dijo Paula profundamente disgustada.


—¿Por qué?


—No me asusté. Nada me asusta.


—Supongo que la pasión no forma parte de tu agenda de trabajo. ¿Me equivoco?


—Déjalo ya —advirtió Paula. 


Pero Pedro no parecía estar escuchando. Estaba visiblemente enojado.


—Es demasiado real para la hija de un millonario que ni siquiera sabe cómo limpiar una mancha de té sobre la alfombra.


Pedro, que todavía tenía el paño en la mano, lo estampó contra la pared.


—No estabas preparada para lo que sentiste anoche, ¿Verdad?


—Yo diría que ninguno de los dos lo estábamos.


—Se te fue de las manos y eso no te gusta —sonrió Pedro—. No estás acostumbrada.


—Si vuelves a insistir en el tema de las citas —advirtió Paula—, no respondo.


Pedro la sujetó con fuerza con ambas manos y comenzó a zarandearla.


—No harás nada. Vas a escucharme...


Paula soltó un grito de indignación y trató de soltarse.


—¿Qué estoy haciendo? —murmuró Pedro—. He perdido el control. Tienes razón, esto no tiene sentido. Será mejor que me vaya.


Paula se derrumbó en el sofá. Estaba temblando. Pedro volvió de la habitación completamente vestido. Ella estaba muy pálida. Él no presentaba mucho mejor aspecto. Parecía agotado. 

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