lunes, 2 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 26

Muchos decían que cualquier persona era capaz de matar si se la provocaba lo suficiente; pero Paula no lograba imaginar ningún motivo que llevara a Pedro Alfonso a convertirse en un asesino. Tenía que haber otra explicación, y la encontraría en algún momento, mientras escribía el libro.

—Una vez me preguntaste si confiaba en tiíy respondí que sí. Hasta ahora no tengo ninguna razón para cambiar de actitud —dijo con la voz algo quebrada, consciente de que, fuera cual fuera el secreto, probablemente, Pedro necesitara compartirlo con alguien.

—Gracias, Paula—respondió notablemente aliviado, tomándole las manos.

Al sentir el calor de aquel fogoso roce, Paula dudó si no tendría que acabar arrepintiéndose de aquella muestra de lealtad. Y no por el pasado que pudiera tener Pedro, sino porque, al mantenerse a su lado, había estrechado más los lazos con él, y no estaba nada segura de que eso fuera una buena idea.

—¿Cuántos días y cuántas horas a la semana pasaremos escribiendo el libro? — cambió de tema Paula.

—Habrá días que estaremos las veinticuatro horas juntos —respondió tras sentarse enfrente de ella—. Y otros no nos veremos. Podrás dormir hasta mediodía.

—¿Dormir hasta mediodía?, ¿Dónde? —preguntó alarmada.

—En mi casa, por supuesto. No podemos trabajar en ningún otro sitio. Creí que eso no suponía un problema.

—No me importa en absoluto trabajar en tu casa, pero... —Paula empezaba a comprender las intenciones de Pedro.

—Pero vivir sí te molesta, ¿No?

—No me molestará, porque no tengo intención de mudarme a vivir contigo — afirmó desafiante.

—¿Por qué no?

A Paula le daba igual que los gestos de su cuerpo la traicionaran. Pedro ya sabía que se sentía atraída hacia él, así como los motivos por los que no podía abandonarse a sus impulsos. Si vivía con él no podría resistir mucho tiempo sin desfallecer entre sus brazos.

—Ya te he dicho que no quiero involucrarme sentimentalmente contigo — repitió.

—Eso dices. Al menos eso dicen tus palabras —replicó sereno—. Pero cada vez que te toco, la respuesta es otra muy distinta.

—Más razón para asegurarme de que sólo mantengamos una relación estrictamente profesional.

—No estaremos solos. Marcelo y los dobermann nos estarán vigilando.

—Ellos están de tu parte —no pudo evitar sonreír.

—Si les digo que lo hagan, te defenderán aunque les cueste la vida.

—¿Aunque sea en tu contra? —preguntó escéptica.

—Aunque sea en mi contra —afirmó llevándose la mano al pecho.

Debía de estar volviéndose loca; pero cuanto más hablaba con Pedro, más lógico le parecía el irse a vivir con él. Si quería tener acceso a los archivos secretos de Pedro, tendría que poder usar en cualquier momento el ordenador de éste. Por mucho que intentaba acallar las voces de su interior, seguía oyendo a sus padres recriminándola, diciéndole que había dejado De costa a costa para irse a vivir con una vieja gloria retirada; no para escribir sus memorias. Pero no debía dejarse influir tanto por sus padres ni por él. Ya era una mujer adulta y tenía que ser capaz de controlar sus hormonas. Si no quería que ocurriese nada entre Pedro y ella, no ocurriría nada en absoluto.

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