lunes, 9 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 42

El verdadero problema era Pedro, reflexionaba Paula  mientras se vestía en una suite de un hotel que estaba pegado a la sala de entrega de premios. En un derroche de optimismo, le había enviado una entrada para la cena, pero no esperaba que él fuera a acudir, por mucho que ella lo deseara. No era previsible que él fuera a estar hombro con hombro con un montón de personas a las que odiaba, y todo por satisfacerla a ella.

—¿Estás nerviosa? —le preguntó la ayudante de vestuario.

—Un poco —respondió.

En realidad se sentía poco animada, pues no podía evitar pensar en el asiento que quedaría vacío. Hizo un esfuerzo y sonrió a todos los que estaban terminando de vestirla, peinarla y maquillarla. Luego, por fin, disfrutó de unos segundos de soledad antes de enfrentarse a los focos. La descorazonó que alguien interrumpiera su tranquilidad llamando a la puerta. Necesitaba de veras aquellos segundos para sí misma. Pero, como podía ser importante, se levantó y fue a contestar. La sonrisa forzada que se había plantado en los labios se le desvaneció al ver quién se hallaba frente a ella.

—Pedro—susurró apenas—. ¿Qué haces aquí?

—¿No me has invitado a que te acompañe durante la cena? —le recordó.

Su cara revelaba que Paula no había esperado realmente que Pedro asistiera. Ahora que estaba allí, se quedó mirándolo en silencio. Estaba fantástico y resplandecía con una chaqueta negra de tres botones, una camisa blanca de seda y unos pantalones, también negros, de lo más elegantes. También parecía, notó, un poco cansado, pues bajo sus ojos aparecían unas líneas ojerosas que no recordaba haber visto con anterioridad. Todo lo cual no restaba ni un ápice de su irresistible atractivo.

—Estás preciosa, Paula—dijo Pedro con los ojos centelleándole, después de admirarla embutida en su vestido.

—Gracias —respondió apenas.

Quiso añadir que él también estaba sensacional, pero le dió miedo hablar demasiado y romper el encanto del momento. De repente, gracias a la presencia de Pedro, se le habían pasado los nervios de la gala. Estando él a su lado, se sentía capaz de acometer cualquier tarea.

—Sabes lo que supone el que esta noche me acompañes, ¿Verdad? Habrá fotógrafos, periodistas, cámaras de televisión y todas esas cosas que tanto te disgustan.

—Paula, no puedo permitir que renuncies a tu futuro por mi culpa —respondió Pedro—; y he pensado que tal vez te gustaría sentirte apoyada en este momento tan importante para tí.

El color de su voz era sedoso y seductor, pensó Paula, cuyas entrañas empezaban a consumirse. Tenía que mantener la cabeza fría: él sólo había ido para estar a su lado esa noche; sus sentimientos no habían cambiado. Simplemente, se había sentido obligado a echarle una mano después del tiempo que ella le había dedicado a su biografía.

—No tienes por qué exponerte a todos los rumores que inventarán para hacerme un favor —insistió Paula.

—No es un favor. Yo quiero estar aquí.

Una sonrisa surcó su cara. ¿Por qué no limitarse a disfrutar del regalo de su presencia por una noche? Pedro quería estar allí y, aunque Paula quería tenerlo a su lado eternamente, estaba decidida a saborear cada segundo en su compañía. Tal vez el corazón le doliera al día siguiente cuando tuviera que despedirse de él; pero no iba a pensar en ello durante esa noche. Tomó el brazo que Pedro le estaba ofreciendo y salió de su suite para desempeñar radiantemente su función de presentadora. La decoración del salón de baile evocaba el apogeo de la soberanía británica en la India. Las mesas estaban adornadas con colores escarlata y una fuente dominaba el centro de la sala. Las llamas de los candelabros venecianos conferían un ambiente romántico de acogedora penumbra estrellada. La gala, que sería seguida por los telespectadores de todo el país, finalizaría con un banquete que, a su vez, daría paso al baile hasta el amanecer, cuando los allí presentes podrían soltarse la melena al no tener ya encima las cámaras de televisión.

Paula tenía la sensación de que caminaba sobre un manto de nubes. La gala estaba saliendo a pedir de boca: no estaba teniendo contratiempos engorrosos, ningún miembro del equipo había bebido más de la cuenta hasta terminar su trabajo, y la extensión de los discursos de los ganadores respetaba las concesiones que había que hacer a los cortes publicitarios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario