—Estás muy guapa esta noche.
Paula se volvió para mirar al hombre que estaba a su lado. Zaira estaba en lo cierto. El primo de Rodrigo, Gastón, había perdido su barriga. Si no hubiera estado enterada del desagradable deporte que lo había llevado a la fama, no se habría imaginado nunca que aquel hombre pudiera dedicarse a semejante grosería.Vestido con un traje azul marino, Gastón tenía el aspecto del amable contable del que le había hablado a su madre durante los últimos seis meses. Aunque no tuviera los ojos azul marino, sino bastante claros y en el traje de Batman pudieran caber dos como él, encajaba bastante bien con la descripción. De momento, no le había oído hacer ningún ruido extraño. No parecía que estuviera en período de entrenamiento para ninguna competición. Gastón era realmente un hombre sano, atento, amable, discreto y reservado. Por una vez, parecía que todo fuera a salir bien.Y quizá eso debería haber bastado para prevenirla del desastre que se avecinaba.
Gastón era demasiado bueno para ser verdad. Demasiado bueno. Demasiado educado. Demasiado saludable. Y Alejandra Chaves lo odió en cuanto lo vió. Por supuesto, no lo dijo. Pero Paula lo sabía. En cuanto su madre entró en casa, nerviosa tras las dos horas de vuelo, se le cayó el alma a los pies. Su madre se quitó el abrigo y se dejó caer en el sofá, al lado de Zaira y se quedó mirando fijamente a Gastón por encima de una bandeja de hojaldres de queso. Gastón no se ofreció a retirar su equipaje. Lo que supuso un primer motivo de desagrado para Alejandra. En cuanto fueron hechas las presentaciones, Paula llevó una bandeja con limonada.
—Oh, gracias —dijo Alejandra, tomando un vaso. Se bebió la mitad de un golpe y tomó un hojaldre—. Ha sido un vuelo terrible.
—¿Demasiado agitado?
—No, pero la comida era espantosa.
—¿Demasiado grasienta quizá? —preguntó Gastón.
—Demasiado poco —Alejandra se metió un hojaldre en la boca—. ¿A quién se le ocurre pensar que alguien puede llenarse con un trocito de lasaña? Y hablando de lasaña —tomó otro hojaldre—, Paula, querida, ¿Te he dicho que Mabel Braxton ha tenido un ataque al corazón? Precisamente estaba preparando su lasaña a los ocho quesos cuando lo sufrió.
—¿Ocho quesos? —preguntó Gastón escandalizado, mientras se quitaba una mota de polvo del traje—. Pero si el queso es terrible para las arterias.
Alejandra, a punto de tomar otro hojaldre, alzó la mirada hacia él.
—¿No te gusta el queso?
Gastón se sacudió otra mota invisible de polvo.
—Lo como muy de vez en cuando. Engorda demasiado.Segundo motivo.
—Come, mamá —dijo Paula, tendiéndole dos hojaldres a su madre—. Los he hecho especialmente para tí —tomó el vaso vacío de su madre y se levantó para llevarlo a la cocina.
¿Por qué diablos no le habría hecho ninguna advertencia a Gastón sobre la comida? Ese tipo competía en concursos de eructos, por el amor de Dios. Lo último que esperaba de él era que fuera tan delicado con la comida.—... ¿Que no te gustan los asados de caza? —la voz de su madre se elevó por encima del zumbido de los electrodomésticos de la cocina antes de que Zaira hubiera llegado a la puerta.
—Será mejor que me dé prisa en volver —dijo en susurro.
—No sólo la caza —estaba diciendo Gastón en el momento que Paula entró en la habitación con una bandeja de salchichas ahumadas—. No como ninguna carne roja.
Motivo de disgusto número tres. Paula entró tan precipitadamente que estuvo a punto de caerse con la bandeja. Miró directamente a su madre. Alejandra parecía a punto de explotar.
—Pero supongo que comerás perritos con chile —comentó Paula, volviéndose hacia Gastón.
—Sólo vegetarianos y con ración doble de judías cuando estoy entrenando, por supuesto.
—Por supuesto —musitó Paula.
—Él... No come carne —comentó Alejandra, reclinándose en el sofá—. Creo que no me encuentro bien.
—¿Ha comido algún tipo de carne en el avión? —preguntó Gastón, a pesar de la mirada de advertencia que le dirigió Paula—. Porque las carnes rojas son un veneno, para el sistema digestivo. A veces, cuesta eliminar las grasas animales y por eso...
—Mamá, he preparado unas salchichas —Paula acercó la bandeja a su madre.
—Son de cerdo y el cerdo es tan malo como las carnes rojas.
El timbre de la puerta sonó en ese momento, ahogando afortunadamente el último comentario de Gastón. Paula y Zaira se levantaron casi al mismo tiempo. Pero Zaira fue más rápida.
—Ya abro yo. Probablemente sea Rodrigo. Le dije que se pasara por aquí para conocer a tu madre.
Paula se sentó al lado de Alejandra y se metió dos hojaldres en la boca. Su madre parecía al borde del desmayo mientras Gastón continuaba hablándoles de la importancia de una dieta saludable.
—La carne no es en absoluto la mejor fuente de proteínas. La mayoría de la gente no lo sabe, pero unos buenos frutos secos y un zumo, proporcionan proteínas...
—¡Cariño! Ya estoy en casa —Paula, que estaba a punto ya de meterse un cuarto hojaldre en la boca, se quedó completamente paralizada.
Conocía aquella voz. Pero no, era imposible. No podía ser. Segundos después, unas enormes manos la instaban a levantarse.
—Siento llegar tarde, pero me he entretenido tomando unas cervezas con los amigos.
Paula se tragó el resto del hojaldre de golpe y se encontró de pronto frente al mismísimo Pedro Alfonso.
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