viernes, 27 de julio de 2018

Dulce Amor: Capítulo 15

—Estás muy guapa esta noche.

Paula se volvió para mirar al hombre que estaba a su lado. Zaira  estaba en lo  cierto.  El  primo  de  Rodrigo, Gastón,  había  perdido  su  barriga.  Si  no  hubiera  estado enterada del desagradable deporte que lo había llevado a la fama, no se habría imaginado nunca que aquel hombre pudiera dedicarse a semejante grosería.Vestido con  un  traje  azul  marino,  Gastón tenía  el  aspecto  del  amable  contable  del  que  le  había  hablado  a  su  madre  durante  los  últimos  seis  meses.  Aunque  no  tuviera  los  ojos  azul  marino,  sino  bastante  claros  y  en  el  traje  de  Batman  pudieran  caber dos como él, encajaba bastante bien con la descripción. De  momento,  no  le  había  oído  hacer  ningún  ruido  extraño. No  parecía  que  estuviera   en   período de entrenamiento   para   ninguna   competición. Gastón era  realmente un hombre sano, atento, amable, discreto y reservado. Por una vez, parecía que todo fuera a salir bien.Y  quizá  eso  debería  haber  bastado  para  prevenirla  del  desastre  que  se  avecinaba. 

Gastón era  demasiado bueno  para  ser  verdad. Demasiado bueno. Demasiado educado. Demasiado saludable. Y Alejandra Chaves lo odió en cuanto lo vió. Por  supuesto,  no  lo  dijo.  Pero  Paula lo  sabía.  En  cuanto  su  madre  entró  en  casa, nerviosa tras las dos horas de vuelo, se le cayó el alma a los pies. Su  madre  se  quitó  el  abrigo  y  se  dejó  caer  en  el  sofá,  al  lado  de  Zaira y  se quedó mirando fijamente a Gastón por encima de una bandeja de hojaldres de queso. Gastón no  se  ofreció  a  retirar  su  equipaje.  Lo  que  supuso  un  primer  motivo  de  desagrado para Alejandra. En  cuanto  fueron  hechas  las  presentaciones,  Paula llevó  una  bandeja  con limonada.

—Oh, gracias —dijo Alejandra, tomando un vaso. Se bebió la mitad de un golpe y tomó un hojaldre—. Ha sido un vuelo terrible.

—¿Demasiado agitado?

—No, pero la comida era espantosa.

—¿Demasiado grasienta quizá? —preguntó Gastón.

—Demasiado  poco  —Alejandra se  metió  un  hojaldre  en  la  boca—.  ¿A  quién  se  le  ocurre  pensar  que  alguien  puede  llenarse  con  un  trocito  de  lasaña?  Y  hablando  de  lasaña —tomó otro hojaldre—, Paula, querida, ¿Te he dicho que Mabel Braxton ha tenido  un  ataque  al  corazón?  Precisamente  estaba  preparando  su  lasaña  a  los  ocho  quesos cuando lo sufrió.

—¿Ocho  quesos?  —preguntó  Gastón escandalizado,  mientras  se  quitaba  una  mota de polvo del traje—. Pero si el queso es terrible para las arterias.

Alejandra, a punto de tomar otro hojaldre, alzó la mirada hacia él.

—¿No te gusta el queso?

Gastón se sacudió otra mota invisible de polvo.

—Lo como muy de vez en cuando. Engorda demasiado.Segundo motivo.

—Come, mamá —dijo Paula, tendiéndole dos hojaldres a su madre—. Los he hecho  especialmente  para  tí  —tomó  el  vaso  vacío  de  su  madre  y  se  levantó  para  llevarlo a la cocina.

¿Por qué diablos no le habría hecho ninguna advertencia a Gastón sobre la comida? Ese tipo competía en concursos de eructos, por el amor de Dios. Lo último que esperaba de él era que fuera tan delicado con la comida.—...  ¿Que  no  te  gustan  los  asados  de  caza?  —la  voz  de  su  madre  se  elevó  por  encima  del  zumbido  de  los  electrodomésticos  de  la  cocina  antes  de  que  Zaira hubiera llegado a la puerta.

—Será mejor que me dé prisa en volver —dijo en susurro.

—No sólo la caza —estaba diciendo Gastón en el momento que Paula entró en la  habitación  con  una  bandeja  de  salchichas  ahumadas—.  No  como  ninguna  carne  roja.

Motivo de disgusto número tres. Paula entró tan precipitadamente que estuvo a punto de caerse con la bandeja. Miró directamente a su madre. Alejandra parecía a punto de explotar.

—Pero supongo que comerás perritos con chile —comentó Paula, volviéndose hacia Gastón.

—Sólo vegetarianos y con ración doble de judías cuando estoy entrenando, por supuesto.

—Por supuesto —musitó Paula.

—Él...  No  come  carne  —comentó Alejandra,  reclinándose  en  el  sofá—.  Creo  que  no me encuentro bien.

—¿Ha comido algún tipo de carne en el avión? —preguntó Gastón, a pesar de la mirada  de  advertencia  que  le  dirigió  Paula—.  Porque  las  carnes  rojas  son  un  veneno, para el sistema digestivo. A veces, cuesta eliminar las grasas animales y por eso...

—Mamá, he preparado unas salchichas —Paula acercó la bandeja a su madre.

—Son de cerdo y el cerdo es tan malo como las carnes rojas.

El  timbre  de  la  puerta  sonó  en  ese  momento,  ahogando  afortunadamente  el  último comentario de Gastón. Paula y Zaira se levantaron casi al mismo tiempo. Pero Zaira fue más rápida.

—Ya  abro  yo.  Probablemente  sea  Rodrigo.  Le  dije  que  se  pasara  por  aquí  para  conocer a tu madre.

Paula se sentó al lado de Alejandra y se metió dos hojaldres en la boca. Su madre parecía   al   borde   del   desmayo   mientras   Gastón    continuaba   hablándoles   de   la   importancia de una dieta saludable.

—La  carne  no  es  en  absoluto  la  mejor  fuente  de  proteínas.  La  mayoría  de  la  gente   no   lo   sabe,   pero   unos   buenos   frutos   secos   y   un   zumo,   proporcionan   proteínas...

—¡Cariño!  Ya  estoy  en  casa  —Paula,  que  estaba  a  punto  ya  de  meterse  un  cuarto hojaldre en la boca, se quedó completamente paralizada.

 Conocía aquella voz. Pero no, era imposible. No podía ser. Segundos después, unas enormes manos la instaban a levantarse.

—Siento  llegar  tarde,  pero  me  he  entretenido  tomando  unas  cervezas  con  los  amigos.

Paula se tragó el resto del hojaldre de golpe y se encontró de pronto frente al mismísimo  Pedro Alfonso. 

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