viernes, 27 de julio de 2018

Dulce Amor: Capítulo 14

—Estoy  loca  —Paula se  apoyó  contra  el  mostrador  de  la  cocina  y  miró  fijamente a Zaira.

—No, no estás loca. Probablemente, es lo más inteligente que has podido hacer. Aumentar tres veces la oferta original. Vamos a ganar una fortuna.

—Pero  yo  no  quiero  ganar  una  fortuna.  Bueno,  claro  que  quiero,  pero...  Oh, ¿Pero qué estoy diciendo? —enterró el rostro entre las manos—. ¿Qué ha pasado con mis  prioridades?  ¿Qué  ha  sido  de  mi  orgullo,  por  el  amor  de  Dios?  Estaba  allí  sentada, imaginándome a mí misma en la cima del éxito y basta que llame mi madre para  que  me  vea  negando  esa  oferta  y  pidiendo  a  Pedro Alfonso como  parte  del  contrato. He hecho el ridículo.

—No me parece en absoluto ridículo incluir a un ejemplar como Alfonso en una negociación.  Lo  único  que  has  hecho  ha  sido  confirmar  las  teorías  de  Darwin:  las  mujeres se sienten atraídas por los hombres más viriles.

—No  me  siento  atraída  por  él.  He  hecho  esa  propuesta  porque  encaja  con  la  descripción —entre  otras  cosas,  porque  era  a  él  al  que  había  descrito—.  Toda  la  reunión ha sido como un episodio de una serie de humor.

—Mira,  estoy  segura  de  que  Alfonso todavía  está  interesado  en  tu  Chocolate  Cherry Cha—Cha.

—¿Y  por  qué  ha  tenido  que  ser  él?  Ese  hombre  es  un  cretino.  Debo  haber  sufrido  un  ataque  de  locura  para  haber  pedido  que  finja  ser  mi  prometido.  Y  me  temo  que  no  se  me  ha  pasado  todavía.  A  las  cinco  de  la  tarde,  seguía  rezando  para  que estuviera de acuerdo. Oh, ya no me queda ninguna esperanza. Es imposible que acepte mi propuesta. Yo no soy exactamente su tipo... Ya sabes, una buena delantera, nada de cerebro y una cara que pueda aparecer en la portada de cualquier revista.

—Tienes una buena delantera.

—Pero mi cerebro es demasiado grande.

—Bueno, quizá necesite algún incentivo —la miró pensativa.

—¿A qué te refieres?

—A  nada.  En  cualquier  caso,  ya  he  puesto  en  funcionamiento  el  plan  B,  por  si  falla todo lo demás.

—El primo de Rodrigo.

En  ese  momento  sonó  el  timbre  de  la  puerta  y  Paula tomó  aire.  Abriría  la  puerta, adularía al primo de Rodrigo durante unas horas y le prometería algún regalo extra si conseguía que su madre no se enterara de que era campeón de eructos.



—Esa mujer no se pasa la vida mordiendo a los demás —le decía Diego a Pedro al día  siguiente—.  Y  el  restaurante  número  diez  necesita  una  nueva  cocina.  Y  hay  que  hacer obras en el de las Galerías de Dallas y... —Diego se pasó la mano por el pelo y le mostró a Pedro unas hebras de pelo naranja—. Me estoy quedando calvo.

—Pero si son cuatro pelos.

—Cuatro pelos hoy, cuatro mañana y terminaré como Telly Savalas.

—Tranquilízate,  Diego—Pedro se  repantingó  en  la  silla—.  Dale  a  Paula Chaves algún  tiempo.  Esa  mujer  no  es  tonta.  He  hecho  algunas  averiguaciones.  Dirige  perfectamente  su  negocio.  Desde el  año  pasado,  ha  duplicado  el  volumen  de  su  negocio.  Y  no  sólo  suministra  dulces  a  los  restaurantes  de  la  zona,  sino  que  ha  elaborado un catálogo que está a disposición de todos los restaurantes de los Estados Unidos.

—Entonces no necesita nuestros restaurantes.

—¿Que  va  a  prescindir  de  cuarenta  y  dos  restaurantes?  Bromeas.  Terminará  aceptando la oferta. Así que relájate —vió que Diego terminaba su tercera taza de café; demasiada  cafeína  para  un  hombre  nervioso—.  Diego,  no  te  había  visto  tan  nervioso  desde que nos hicieron la auditoría.

—A  las  tres  de  la  tarde  de  hoy,  le  había  hecho  ya  cuatro  ofertas.  Y  las  ha  rechazado  todas.  Y  —añadió,  al  ver  que  Pedro abría  la  boca  para  protestar—,  esta  mañana,  su  asesora  financiera,  Zaira Nara,  me  ha  dicho  que  si  tú  no  estás  dispuesto a participar en esa pequeña farsa, firmará la exclusiva con Bob's Barbecue.

—¿Qué? —Pedro saltó  de  la  silla.  Una  cosa  era  jugar  fuerte  para  conseguir  un  buen contrato, y otra muy diferente chantajearlo y convertir a su mejor amigo en un obseso  de  la  calvicie—.  Esa  mujer  está  completamente  loca.  Bob  sólo  tiene  veinte  restaurantes, la mitad que nosotros. Jamás podrá igualar nuestra oferta.

—Ya se lo he dicho, pero esa mujer no quiere dinero. Te quiere a tí. Sólo te está pidiendo  dos  semanas  de  tu  tiempo.  Vamos,  Pedro,  puedes  hacerlo.  Le  diré  a  la  prensa que estás de vacaciones, así no tendrás que preocuparte por las apariencias.

Pedro se imaginó a sí mismo frente a Paula Chaves. Ella mirándolo a los ojos y él mirándola a los ojos. Ella sonreía y él sonreía. Paula se inclinaba hacia delante y él le rodeaba la cintura con los brazos y...

—Unas vacaciones, ¿Eh?

—Les  diré  que  te  has  ido  lejos.  Al  desierto  del  Sahara,  a  esquiar  a  Suiza,  a  caminar  por  la  jungla...  Cualquier  cosa  que  refuerce  tu  imagen.  La  prensa  se  lo  tragará  y  nosotros  conseguiremos  el  contrato.  Yo  tendré  una  cosa  menos  de  la  que  preocuparme, Paula te tendrá a tí como supuesto prometido y todo el mundo feliz.

Excepto  Pedro.  Él  era  el  cordero  sacrificial.  Era  su  imagen  la  que  sufriría  si aceptaba aquel acuerdo y la prensa terminaba descubriéndolo. Pero  si  no  lo  hacía,  perdería  frente  a  Bob's  Barbacue,  y  si  había  algo  que  Pedro Alfonso no  soportaba  era  perder.  Además  Diego,  su  mejor  amigo,  podría  perder  otro  manojo de pelo, quizá dos. Y sería el responsable directo de aquella pérdida.

—Dile a nuestro abogado que redacte el contrato. Si Paula quiere a Alfonso El Salvaje, lo tendrá.

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