Paula pestañeó incrédula. El libro lo había salvado: ya nadie podría acusarlo de las muertes de la mujer y su hijo. Sólo ella había sido la que, con sus engaños, había marcado la fecha de su muerte.
—¿Y por qué te has decidido ahora a hacer público este pasaje tan triste de tu vida? —preguntó Lucas gravemente.
Pedro esbozó una ligera sonrisa, la cual iluminó la pantalla más que todos los focos del estudio. Paula deseó con todo su corazón estar allí, a su lado. No sabía por qué había optado por compartir su tragedia con todo el mundo, a no ser que fuera para mandarle un mensaje a ella. ¿Acaso no sabía Pedro que ella prefería dar su vida a hacerle pasar por un calvario así? Nada era merecedor de tamaño sacrificio.
—Llámalo exceso de bagaje emocional —respondió Pedro—. Además de aclarar lo que realmente sucedió en el pasado, escribir el libro me ha ayudado a ordenar mis prioridades.
—¿Y qué prioridades son ésas?
—Una bella mujer llamada Paula—afirmó con expresión dulcificada—. He cometido terribles errores a lo largo de mi vida, pero dejarla escapar sería el más grande de todos. Por eso te he pedido que me dejaras utilizar tu programa para declararme a ella aquí y ahora.
La copa de coñac se le cayó al suelo. ¿Estaba soñando? ¿De veras hablaba Pedro en serio?
—Para un hombre tan tímido ante los medios de comunicación, se trata de un gran cambio, ¿no? —sonrió Lucas.
—La televisión es su mundo —contestó Pedro—. Y yo quiero hacer esto a su manera, para que no le quepa ninguna duda acerca de mis sentimientos.
La cámara se acercó hasta que un primer plano de Pedro ocupó toda la pantalla. Éste, eso parecía, se dirigió directamente a ella:
—Te amo, Paula. Y quiero casarme contigo.
Paula dejó que las lágrimas discurrieran por sus mejillas. Y no era la única. Un plano general de los asistentes al programa mostró lo emocionados que estaban muchos de los allí presentes. Ellos no podían sentirse ni la mitad de sorprendidos que ella.
—Pues ya lo ven —dijo Lucas—. El Rey del automovilismo pisando fuerte el acelerador para conseguir la mano de su Reina. Volvemos después de la publicidad.
Pedro la amaba y quería casarse con ella. ¿De verdad?, ¿Cómo podía responder a una propuesta así? Paula sabía lo que quería decirle a Pedro, pero él estaba a cientos de kilómetros, en un estudio de televisión de Brisbane. Cada centímetro de distancia era como un latigazo a su corazón, de tanto como deseaba hallarse a su lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario