miércoles, 11 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 47

La orquesta terminó de interpretar aquella pieza y, justo en ese instante, alguien se acercó:

—Disculpe, señor Alfonso, lo llaman al teléfono urgentemente —le informaron.

Un millar de preguntas se fueron agolpando en la cabeza de Paula mientras seguía a Pedro hacia un teléfono privado, pues, para no interrumpir la gala, se había pedido a los invitados que depositaran sus móviles en la entrada. La conversación fue breve y las intervenciones de Pedro, escuetas. Paula presintió que algo iba mal.

—¿Qué pasa? —le preguntó cuando hubo terminado de hablar.

—Era Marcelo. Dice que alguien ha entrado en Hilltop —respondió Pedro con el ceño fruncido en forma de «v».

—Pero los perros...

—Los han drogado —atajó Pedro—. Tengo que volver ahora mismo. Te dejaré en tu casa de camino.

—No hace falta.

—¿Y cómo volverás a casa? ¿En taxi?

—No pienso irme a mi casa —dijo de repente. Algunas decisiones se tomaban para ser rotas, pensó Paula. Había jurado alejarse de Pedro esa misma noche, pero eso había sido antes de enterarse de que él podía necesitarla. Más adelante ya vería lo que hacía; en esos momentos no podía fallar a Pedro—. Me voy  contigo.

—Ni lo sueñes —protestó con suavidad.

—No lo dudes —lo miró a los ojos desafiantemente—. Puedes llevarme en tu coche o dejar que me monte en un taxi y te siga.

—Estarás más segura en mi coche —respondió tras pensárselo una fracción de segundo—, donde pueda tenerte bien a la vista. Vamos.


Tenía que estar loca. ¿Qué diablo la había poseído para decidir acompañar a Pedro a su casa? Él no la quería a su lado y estaría ocupado con el intruso que había drogado a sus perros. ¿Qué hacía, entonces, sentada junto a Pedro, arrugando su fabuloso vestido, mientras avanzaban por calles oscuras hacia la autopista? Él no la necesitaba. Probablemente sería hasta un estorbo. Pero por nada del mundo habría dejado de ir con él.

—¿Siguiendo el rastro de un nuevo reportaje, Paula? —le preguntó Pedro sin apartar la mirada de la carretera.

Como era de esperar, a pesar de la velocidad, conducía el coche con gran destreza y dirigía el volante con suavidad y eficiencia. Aquel comentario, hecho con desenfado, se le clavó hondamente en el corazón. Paula podía notar la tensión que cortaba el ambiente, pero no había imaginado que él supondría algo así.

—No he venido por nada que tenga que ver con mi carrera —respondió con cautela.

—¿Por qué no? Esto podría ser un buen impulso para tu nueva etapa en el programa.

—Todavía no he dicho que fuera a aceptar el puesto de presentadora —le recordó—. Y aunque lo hiciese, jamás usaría a mis amigos para conseguir reportajes.

—Por supuesto que no —dijo tras un suspiro—. Lo dije sin pensarlo. Yo, mejor que nadie, debería saber de tu sentido del honor. Preferiste no hablar de mí cuando eso podría haberte beneficiado a ojos de tu productora.

—Gracias por tu tardío voto de confianza —comentó.

Estaba helada, pensó Paula, debido al aire acondicionado del coche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario