lunes, 23 de julio de 2018

Dulce Amor: Capítulo 2

—Sí,  ya  me  imagino  —dejó  que  su  mirada  vagara  sin  prisa  por  la  falda  femenina—. ¿Y siempre lleva ropa interior negra, o esta ha sido una ocasión especial?

—También tengo ropa interior de otros colores, pero el color negro iba bien con este  traje.  Este  es...  mi  traje  favorito,  siempre  me  lo  pongo  para  las  fotografías  publicitarias.  Bueno,  en  esta  ocasión  no  venía  a  posar  para  ninguna  fotografía,  pero  de  todas  formas  quería  venir  lo  más  arreglada  posible.  No  soy  nada  fotogénica  y  cuando me enteré que iba a venir la prensa estuve a punto de decidir no... De todas formas iba a donar las tartas para alguno de los juegos, ¿Pero cómo iba a decirles que no a todos esos niños? —rió—. Me refiero a que ya les había prometido asistir, y que odie  salir  en  una  fotografía  no  es  razón  para  incumplir  una  promesa  —hizo  una  mueca—. Estoy divagando, ¿Verdad? Siempre lo hago cuando estoy nerviosa. Y no es que  normalmente  lo  esté.  Nunca  estoy  nerviosa,  así  que  nunca  divago.  Pero  hoy  no  ha sido un día muy normal. Primero, se me rasga la falda en medio de una docena de patrocinadores, y después me encuentro contigo aquí... Y no quiero decir que tú me pongas  nerviosa  —tragó  saliva.  Caramba,  se  dijo,  ¿por  qué  tenía  que  mirarla  tan  fijamente? Intentó sonreír—. No todos los días se encuentra una con... ¿Batman?

Continuó sonrió.

—Este año el carnaval está dedicado a los superhéroes. Se supone que la gente tendrá  que  hacerse  fotos  conmigo.  Por  eso  tengo  que  arreglar  esta  cremallera.  El  puesto  de  las  fotografías  abrió  hace  cinco  minutos.  Ya  hay  unos  veinte  niños  esperándome.

—Veamos  si  puedo  ayudarte  —se  acercó  a  él  y  tuvo  que  llevarse  la  mano  al  corazón  para  dominar  sus  erráticos  latidos. 

La  cremallera  de  Batman  se  había  atascado  a  medio  camino,  revelando  un  cuerpo  perfecto  y  unos  calzoncillos  negros.  Caramba. Aunque  Paula estaba  acostumbrada  a  ver  a  hombre  en  ropa  interior,  puesto  que  tenía  tres  hermanos  mayores  que  ella,  aquello  era  diferente.  Aquel  hombre  era  diferente.Pero claro que era diferente, se regañó. Era Batman, por el amor de Dios. Por lo menos aparentemente. Pero ella siempre se había enorgullecido de no juzgar a nadie por  su  aspecto.  Era  el  interior  lo  que  contaba  y,  caramba,  el  de  aquel  hombre  era  perfecto.Tomó aire e intentó subir la cremallera, procurando no tocarlo. Cerró los ojos y tiró hacia arriba.

—Creo  que  se  ha  trabado  con  la  tela.  Veamos  si  puedo...  —sintió  el  calor  de  aquellos  músculos  duros  como  el  acero  contra  las  puntas  de  sus  dedos—.  Vaya,  parece que la cremallera no está dispuesta a cooperar —comentó.

—No me digas. Así que te dedicas a las tartas, ¿eh?

—Hago las mejores tartas de Texas.

—Me encantan las tartas. ¿Y es muy grande tu negocio?

«No tanto como tú», pensó automáticamente Paula.

—Bueno,  hacemos  unas  ocho  docenas  de  tartas  a  la  semana.  Trabajamos  de  forma artesanal, manualmente, aunque ahora mismo es un negocio en expansión.

—¿Manualmente?

Paula apartó  las  manos  casi  automáticamente.  Sintió  sobre  ella  la  mirada  de  aquel  superhombre  que  sonreía  mientras  intentaba  recuperar  la  respiración.  «¡No lo mires!», se decía, «¡No lo mires!».

—¿Es la primera vez que vienes por el orfanato? —le preguntó él.

—Eh, sí, pero pienso venir más —volvió a ocuparse de la cremallera. «Empuja, sube»,  le  decía  mentalmente  a  la  cremallera.  Pero,  definitivamente,  no  eran  los  mejores  verbos  en  los  que  pensar  estando  frente  a  un  hombre  semidesnudo—.  Los  niños...  —se  aclaró  la  garganta—.  Son...  magníficos.  ¿Y  tú?  ¿También  es  ésta  la  primera vez que vienes?

—No,  vengo  regularmente.  Un  par  de  veces  a  la  semana  cuando  puedo.  No  creo  que  haya  mucha  gente  que  comprenda  lo  importante  que  es  para  estos  niños  que  alguien  venga  a  pasar  un  rato  con  ellos  —aquellas  palabras,  dichas  con  tanto  corazón, hicieron un profundo efecto en Paula.

No, se regañó ella inmediatamente. Nada de profundo, insistió mientras tiraba nuevamente de la cremallera. En aquella ocasión con éxito.

—Bueno, ya está.

—Caramba, gracias —sonrió y a Paula le dió un vuelco el corazón—. Ahora te toca a tí.

—No, no hace falta... ¡oh! —unas manos fuertes acababan de apoderarse de su cintura   y   estaban   haciéndole   girar—.   Mira,   no   tienes   por   qué   hacerlo.   Puedo   intentarlo yo...

—Te lo debo —tiró de ambos lados de la falda, rozando con los dedos el encaje de la ropa interior.

Paula tragó saliva. Estaban tan cerca... Y él olía tan bien.

—¿Tienes un imperdible? —la voz grave y aterciopelada de aquel falso Batman cosquilleó los oídos de ella.

—Eh, claro —le pasó un imperdible, intentando no pensar en él.

—¿No tienes más?

—¿Más? —«más»  era  una  bonita  palabra.  Más  cercanía,  más  caricias  en  ciertas  partes de su cuerpo. Sí, «más» era una palabra realmente buena.

—Más   imperdibles   —contestó   él,   haciendo   añicos   los   pensamientos   de   Paula—. No creo que baste con uno.

Ni con una docena, teniendo en cuenta el tamaño del descosido y el volumen de su...  trasero.  A  Paula volvieron  a  llenársele  los  ojos  de  lágrimas.  Sollozó  con  tristeza.

—No estás llorando, ¿Verdad?

—No —contestó con voz atragantada, mientras se secaba las lágrimas.

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