miércoles, 18 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Epílogo

—Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos Baltazar, cumpleaños feliz.

El pequeño niño moreno parecía divertido e impresionado mientras Paula le acercaba una tarta con forma de castillo, para que soplara sus dos velitas. Se moría de ganas por ver la cara que pondría Baltazar cuando viera un castillo casi más grande que el que Luke le había comprado como regalo de cumpleaños. Habían convenido dejar la sorpresa para cuando llegara el resto de la familia. Por el momento, sólo estaban Baltazar, Paula, Pedro y Karen.

Al pensar en sus padres, que no tardarían en unirse a la fiesta, Paula sonrió. Jamás había imaginado que, tras casarse con Pedro, ella se convertiría en su ojito derecho. Sin duda, el tener a una hija en el Senado y a la otra afianzada entre las modelos más cotizadas del mundo no podía compararse con el encanto de tener su primer nieto. Ni siquiera el modesto éxito que había cosechado con su primera novela, aun habiendo complacido a sus padres, los había hecho tan felices como el nacimiento de Baltazar.

—Mira a papá mientras mami corta la tarta —le dijo Pedro.

Paula levantó la cabeza y vió que Pedro los estaba grabando con una cámara. Desde el nacimiento de su hijo, la cámara se había convertido en el juguete favorito de Pedro. Todo un cambio para una persona que las había aborrecido hasta enamorarse de Paula.

—Enfoca a Balta, pero no a mí. Estoy horrible —sonrió Paula.

—Antes no eras tan tímida ante las cámaras —le devolvió la sonrisa Pedro.

—Entonces no estaba embarazada de seis meses —le recordó.

—Espero que su nuevo niño no les impida asistir a mi boda —intervino Karen.

—No nos la perderíamos por nada del mundo. Me alegra tanto que Marcelo y tú  hayan decidido casarse.—afirmó Sarah.

—¿Cómo iba a dejar escapar a un hombre que cocina como él? —preguntó Karen—. Y apellidándose Zammit... estaba predestinado.

Curiosamente, a Paula nunca se le había ocurrido preguntarle a Marcelo por su apellido. Por suerte, Kren se había ahorrado el tramo que iba desde la «l» hasta la última letra del abecedario. Nunca había visto a su amiga tan radiante.

Kren, después de acariciar a los dobermann, que yacían a sus pies, empezó a repartir platos con trozos de tarta. Pedro tomó el cuchillo y lo apartó para evitar que Baltazar se cortara.

—Vamos, preciosa —dijo Pedro, dirigiéndose a Paula—. Mira a la cámara. ¿Qué te hace pensar que no te encuentro irresistiblemente arrebatadora?

Paula no podía creerse que, transcurridos tres años de matrimonio, la llama de su mutuo amor siguiera avivándose día a día. Las lágrimas casi se le saltaban de felicidad.

—¿Lloras, cariño? —le preguntó Pedro al ver el brillo cristalino de los ojos de Paula.

Dejó la cámara y le secó las mejillas con la caricia de un dedo.

—Sólo de felicidad —le aseguró ella—. Estoy deseando que vengan mis padres y los tuyos para que la fiesta esté al completo.

Desde la publicación del libro de Pedro, él y sus padres adoptivos se habían reconciliado. Probablemente, éstos no esperaban que su hijo hablase de ellos en términos tan favorables en su autobiografía. Ésta había vendido muchos ejemplares, pero no tantos como para agobiarlos con más fama de la que deseaban. Paula se alegraba mucho por él y por sus niños, los cuales, con el cariño de sus cuatro abuelos, recibirían tanto amor y atenciones que podrían considerarse los más afortunados del mundo. Sin duda, pensó mientras se fundía entre los brazos de su marido, tampoco podía haber en el mundo ni una sola mujer que fuera más feliz que ella.




FIN

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