viernes, 6 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 38

—Quizá ya no quiera que se me abran ese tipo de puertas —replicó Paula.

—Pues más vale que así sea —dijo Pedro ariscamente—. Porque es tu vida, Paula. Por mucho que lo desees ahora, no querrás pasar el resto de tu existencia encerrada en el bosque. Llegará un momento en que esta casa se convertirá en la cárcel de tus sueños y esperanzas, el lugar donde murieron tus ambiciones. ¿Acaso piensas que voy a permitir algo así?

Una llamita de esperanza se iluminó en el corazón de Paula. Si Pedro era capaz de apartarla de él porque no quería perjudicarla, tal vez aún fuera posible que construyeran un futuro en común.

—Y olvida lo que estés imaginando —continuó Pedro con violencia al advertir las renovadas ilusiones de Paula—. Ni tú eres Cenicienta, ni yo soy el Príncipe Azul, ni entre nosotros habrá un final feliz. Somos socios que estamos colaborando en la publicación de un libro. Y si te has formado una idea distinta de nosotros, se trata de una idea equivocada.

Paula se negaba a dejarle ver lo mucho que sus palabras la estaban hiriendo.

—Está bien —dijo con más calma de la que sentía—. Pero si la idea que me he formado no se ajusta a la realidad, tú has contribuido a engañarme cuando me has besado.

Lo miró a los ojos para impedirle que olvidara lo que había sucedido entre ambos bajo el enorme árbol del bosque. Eso no podía ser un malentendido.

—Que te haya besado no cambia las cosas. Tu sitio no está aquí —insistió él—. ¿Cuánto tiempo tardarías en cansarte de lo que Hilltop puede ofrecerte?, ¿De lo que yo puedo ofrecerte? Al final acabarías marchándote de todas las maneras.

—¿Eso es lo que pasa? —preguntó, creyendo comprender el error de él—. ¿Quieres deshacerte de mí cuanto antes porque piensas que es inevitable que acabemos separándonos? Por Dios, Pedro, creía que empezabas a conocerme.

—Puede que mejor de lo que tú misma te conozcas —observó él.

Paula se quedó mirándolo fijamente. No podía creerse que prefiriera cambiar su estilo de vida y elegir el de Pedro. ¿Cómo podía tomar una decisión tan importante, basándose sólo en un mes de trabajo con Pedro? ¿Qué era un mes en comparación con el resto de su vida, repleta de ambiciones que ahora podía agarrar o dejar escapar? Tenía que reconocer que quizá se estuviera precipitando.

—¿Quieres que vaya a esa gala? —quiso confirmar una vez más.

Paula esperó la respuesta en un tenso silencio. No podía descifrar lo que Pedro sentía, el cual parecía haberse puesto una máscara inexpresiva. Con todo, intuyó una veta de dolor en su mirada.

—Vas a ir a esa gala —sentenció Pedro—. Presentarás los premios y estarás fabulosa. Y entonces se te olvidará que me has conocido.

Puede que lo primero fuera cierto; pero tendría que transcurrir mucho tiempo antes de que lograra olvidar a Pedro. El orgullo la impedía rogarle que cambiara de opinión. Sólo le quedaba marcharse con la cabeza alta.

—¿Qué pasará con el libro? —le preguntó en el último momento.

—Lo que debía haber hecho desde el principio: escribirlo yo solo sin comprometer a nadie más —respondió esbozando una sonrisa amarga.

Pestañeó dos veces para evitar que las lágrimas se le saltaran. Si Pedro sentía algo hacia ella, estaba realizando una interpretación estupenda para enmascarar esos sentimientos.

—De acuerdo, Pedro—dijo resignada—. Regresaré a mi antigua vida tal como me ordenas. Pero no puedes ordenarme que me olvide de tí... ni creo que tú vayas a lograr olvidarte de mí —concluyó Paula.

—¿Todavía te haces ilusiones sobre nuestra relación? —preguntó Pedro sorprendido.

—Hay una manera de comprobar quién tiene razón: bésame y demuéstrame que no significo nada para tí.

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