miércoles, 11 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 48

—Está bien. Te pido disculpas por haberlo siquiera sugerido —insistió Pedro al tiempo que se mesaba sus mechones plateados.

—Tranquilo, ya sé que estás nervioso porque han entrado en tu casa —intentó serenarlo, a pesar de que aún se sentía herida. ¿Cómo podía enfurecerse con él, con lo sincera y desesperada que había sonado su disculpa?—. ¿Dijiste que Marcelo estaba bien? —quiso asegurarse.

—Por suerte. Estaba fuera de casa cuando entraron los ladrones. Se había quemado un arbusto en la parte trasera de la casa y había salido a apagar el fuego.

Pedro sonaba tan abatido que Paula deseó poder ayudarlo de alguna forma. Ella sabía lo que le ocurría: en realidad, Pedro se estaba echando la culpa por haber aceptado la invitación al banquete de la gala. Si no hubiera intentado hacerle ese favor, habría permanecido en casa y los ladrones nunca se habrían colado a robar.

—¿Y los perros?

Giró el volante para evitar una rama de un árbol que había caída sobre la carretera. El movimiento la precipitó contra él, contacto que le produjo un calambre en todo el cuerpo. Siguió pegada a él hasta que el coche recuperó la línea recta y ya no tuvo motivos para seguir rozando a Pedro. Aquel fugaz encuentro había bastado para que su corazón se desbocara y su piel empezase a transpirar. Sí, loca de remate.

—Marcelo cree que les echaron unos filetes con somníferos —respondió Pedro.

Paula se desorientó durante un par de segundos, en los que llegó a olvidar de qué estaban hablando.

—¿Se pondrán bien? —preguntó repuesta de aquel ligero vahído.

—Lo sabré cuando hayamos llegado.

Durante el resto del viaje, ninguno rompió el tenso silencio que se instaló entre ambos. Sara deseaba acariciar a Luke, compartir con él la preocupación de éste y ayudarlo en la medida de lo posible. Pero él no quería su ayuda. Seguro que seguía lamentando haber asistido a la gala, en vez de haber permanecido tranquilo en su casa. Una vez más, pensó Paula atribulada, los medios de comunicación habían revelado sus movimientos y los ladrones, sabiendo que la casa se hallaba vacía, habían aprovechado para robar. Había hecho un gran esfuerzo para empujarla en su carrera profesional y su buena acción se había vuelto en su contra. Seguro que se arrepentía hasta de haber trabado conocimiento con ella.

Cuando llegaron a Hilltop, estaba tan turbada que el menor roce de la mano de Luke en su brazo la ponía al borde de un ataque de nervios.

—Tranquila, ya hemos llegado. Creía que te habías dormido —comentó cortando el silencio que se había hecho al apagar el motor del coche.

—No, no —dijo poniéndose firme, sin hacer mención a sus tribulaciones—. Estoy despierta —añadió.

Luego vió que la casa estaba iluminada por los focos de los numerosos coches que había aparcados a su alrededor.

—Será la policía —observó Pedro—. Marcelo dice que les avisó nada más descubrir que habían entrado en casa... No tienes por qué involucrarte. Ya estás aquí, Paula, pero sería mejor que permanecieras al margen y dejaras que yo me ocupara de todo. No hace falta que los dos pasemos por este martirio.

—No he venido hasta aquí para quedarme escondida en el coche y esperar — respondió Paula, que ya estaba involucrada, aunque sólo fuera sentimentalmente—. Quiero ayudar.

Pedro le abrió la puerta y la ayudó a salir del coche. Paula deseó haber tenido un poco de tiempo para cambiarse de atuendo, o haber dejado algo de ropa en Hilltop. Pero se la había llevado toda a casa, de modo que no podía sino acompañar a Pedro tal como iba vestida.

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