viernes, 13 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 51

Casi amanecía cuando la policía se marchó. Marcelo había llevado a los perros a un veterinario, el cual le había asegurado que éstos habían ingerido una dosis alta de tranquilizantes, pero que no tardarían ya en despertar y que, seguro, la salud de los perros no corría el menor peligro. Paula deseó poder realizar idéntico diagnóstico de sí misma. Que ella recordara, nunca en su vida había estado tan agotada.

—Será mejor que duermas aquí —dijo Pedro en un tono de voz tan neutro que bien podría haberle ofrecido una taza de café.

Pedro parecía tan cansado que Sarah no quiso insistir en que la llevara de vuelta a casa, no obstante sus temores a dormir bajo el mismo techo que él.

—No tengo ropa para pasar la noche —dijo Paula tímidamente; no aguantaba más con el vestido de la gala.

—Te dejaré una camiseta y una bata para ahora, y algo para cuando te levantes mañana —Pedro se pasó una mano sobre los ojos—. No deberías haber insistido en venir conmigo.

—Me alegro de haberte ayudado —afirmó, aunque hacerlo le costara pasar una noche en vela, imaginándose a Pedro tumbado en la cama a pocos metros de distancia.

Con el fin de distraerse, empezó a ordenar algunos papeles que seguían desparramados por el suelo.

—Pueden esperar hasta mañana —dijo Pedro, quitándole una carpeta de las manos—. Pareces derrengada.

—Estoy cansada. Pero tengo que darme una ducha primero; si no, no lograré dormirme.

—Adelante. Puedes usar la habitación de antes. La cama está hecha y tienes toallas en el baño adjunto. Utiliza todo lo que necesites —la invitó Pedro.

La irritaba la frialdad con que la estaba tratando. En fin, si él era capaz de mantener una actitud neutra, también ella lo lograría... por mucho que le costara.

—Gracias —respondió con naturalidad.

—Te dejaré la camiseta y la bata sobre la cama mientras te estés duchando.

Paula volvió a darle las gracias y fue hacia su dormitorio, el cual, sin sus cosas, parecía tan impersonal como cualquier habitación de un hotel. Claro que tampoco pretendía volver a acostumbrarse a Hilltop. Por mucho que la complaciera compartir techo con Pedro, quedarse allí era una tortura para ella. La ducha fue una delicia. El efecto masajeante de los chorros la  revitalizó, la cual permaneció bajo aquella lluvia tonificante durante largo rato, a fin de darle a él tiempo suficiente para que le prestara la ropa y desapareciera antes de que ella regresara a la habitación. Se cubrió el cuerpo con una toalla grande que encontró en el baño, salió de la ducha de puntillas y, al entrar en el dormitorio, paró en seco: Pedro estaba justo en ese momento colocándole la ropa prometida sobre la cama. También él se había duchado y llevaba tan sólo una bata fina, abierta hasta la cintura. Respiró tres veces para disminuir las pulsaciones de su corazón e inspiró la fragancia del after-shave de Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario