—Sólo desde una perspectiva profesional —se tensó—. Además, todo esto es culpa tuya.
—¿Y se puede saber por qué?
—Si no hubieras estado disfrazado de Batman, nada de esto habría ocurrido. Eras tan amable, y me gustaste tanto... Yo estaba intentando concentrarme en mi trabajo y mi madre no hacía nada más que llamarme para saber si había encontrado ya al hombre de mis sueños y bueno, te tenía a tí, mejor dicho, a él en la cabeza, y entonces se lo dije.
—¿Le dijiste a tu madre que estabas comprometida con Batman?
—Pero no lo habría hecho si no me hubieran besado hasta dejarme sin sentido.
—Paula, cariño, ¿Quedan más salchichas?
—Espera un minuto, mamá —gritó—. ¿Por dónde iba?
—Estabas diciendo que te dejé sin sentido.
—Ah, sí. Bueno, normalmente soy una persona muy sensata, pero después de aquel beso, empecé a pensar todo tipo de cosas acerca de nosotros y...
—¿Y más hojaldres?
—¡Ahora voy, mamá!
—¿Qué tipo de cosas?
—Bueno, me imaginaba que si yo estuviera buscando al hombre de mis sueños, quizá lo fueras tú, pero yo no lo estaba buscando, y... Oh, no importa. El caso es que no podía pensar con claridad y todo por culpa tuya —suspiró exasperada—. Y de mi madre.
—¡Estoy esperando, querida! —gritó Alejandra.
—Un segundo, mamá —sacudió la cabeza—. Me vuelve loca. ¡Estoy tan desesperada que he tenido que recurrir al chantaje y echar a perder el mejor contrato de mi vida!
Pedro sonrió.
—En cuanto lo firmes, éste será un contrato oficial —se sacó unos papeles del bolsillo—. Mi abogado ha preparado estos papeles. Firma abajo y el contrato quedará sellado. Nosotros nos quedamos con la exclusiva de tu tarta y tú dispondrás de Alfonso El Salvaje durante dos semanas. No a tiempo completo, claro. Tengo algunos asuntos que atender.
—¿Como beber cerveza en un sujetador?
—Lo del sujetador lo hice con fines benéficos. Conseguí dos mil dólares para el Hogar Infantil de Dallas.
—Felicidades —replicó Paula con ironía.
Pero sentía una extraña suavidad en su interior. Quizá fuera por el tono que había empleado para hablar del hogar infantil. Quizá por que su mirada había sido idéntica a la de la fotografía que tanto le había gustado en su oficina. Una mirada pensativa... ¿Pensativa? ¡Ja! En lo único que Pedro debía estar pensando era en el color del sujetador que se había puesto en la cabeza.
—Sólo te necesitaré de vez en cuando. Comidas, cenas... Mi madre piensa marcharse a Miami dentro de diez días, seis horas y veintiocho minutos —tomó el bolígrafo que Pedro le ofrecía con mano temblorosa—. Todavía me cuesta creer que esté haciendo esto.
—Todavía estás a tiempo de decirle a tu madre la verdad.
Paula firmó el contrato y se lo tendió.
—No puedo desilusionarla hasta ese punto.
—¿Y no crees que se desilusionará más cuando se entere de que no va a haber boda?
—De eso tú no tienes que preocuparte. Y otra cosa, compórtate normalmente. Y nada de pellizcos.
—Cariño, tu madre tiene que pensar que nos gustamos. Y yo soy muy cariñoso —para enfatizar sus palabras, le acarició lentamente el brazo.
—¡Pues yo no soporto que me toquen! Así que puedes guardarte tus manos, tus labios y cualquier otra parte de tu cuerpo.
—Sabes, estoy empezando a pensar que no estás loca por mí.
—No lo estoy —se separó unos centímetros de él. Así estaba mejor. Si no lo tocaba, podría mantener sus hormonas bajo control. Continuó dando instrucciones—. Si quieres algo de mí, basta que carraspees o algo parecido para llamar la atención.
—Como tú digas.
—E intenta ser civilizado.
—¿Cariño? —preguntó Alejandra desde el salón—. ¿Va todo bien? ¿No habrá problemas en el paraíso, verdad?
—El paraíso va estupendamente, mamá —respondió Paula—. Ahora mismo vamos —volvió a prestar atención a Pedro—. Y no me llames con nombres estúpidos.
—Pareces tensa, querida —continuó diciendo Alejandra.
—Sí, pareces tensa —añadió Pedro, y Paula frunció el ceño.
—Pues no lo estoy.
—¿No estarás discutiendo con tu novio, verdad?
—¡Sí! —gritó Pedro al mismo tiempo que Paula gritaba ¡No!
—¡Calla! —le ordenó a Pedro antes de gritar—: ¡No pasa nada, mamá!
Pero ya era demasiado tarde. Paula oyó los pasos de su madre. A los pocos segundos, se abría la puerta de la cocina. Y sin darse tiempo a pensar en lo que iba a hacer y mucho menos a arrepentirse, se arrojó a los brazos de Pedro y le plantó un beso en los labios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario