viernes, 6 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 36

Se había armado de paciencia para aguantar el chaparrón, la bronca que su agente le echaría cuando se enterase de lo que había decidido.

—¿Qué quiere decir eso de que no vas a presentar los Premios de la Comunicación! —exclamó el agente desconcertado—. ¿Estás enferma?, ¿O es que has perdido el juicio?

—Al contrario, Antonio—replicó Paula con paciencia—. Sólo intento actuar con cordura.

Se produjo una larga pausa durante la cual Paula imaginó a su agente luchando con su mal humor. Conociendo su temperamento, era casi un milagro el tacto que estaba teniendo con ella.

—¿Es por el artículo sobre Pedro Alfonso y tú? —acabó preguntando—. Haré que desmientan lo que han publicado. Diremos que no soportas a ese hombre.

—Me gustaría que los periódicos se retractasen, pero no a costa de la imagen de Pedro—apuntó Paula después de respirar profundamente.

—No habrás cometido la estupidez de enamorarte de él, ¿Verdad? Ese hombre es un ermitaño —se produjo un nuevo silencio—. ¡Santo cielo! ¡Te has enamorado del ermitaño! Cuando empezaste con su biografía, supe que habría problemas.

Paula estaba tan confusa que no lograba articular palabra. El hecho de ser leal a Pedro significaba despedirse de un futuro con el que siempre había soñado y cuyas puertas se le estaban abriendo de par en par. ¿Tanto había cambiado desde que lo conocía?

—Vivir como un ermitaño no es algo tan terrible, Antonio—aseguró Paula.

—¡No me lo puedo creer! —exclamó su agente—. Es la oportunidad de que tus sueños se hagan realidad. Al menos, admite que eso es cierto.

—Admito que es una oportunidad fabulosa —convino Paula, consciente de lo mucho a lo que estaba rechazando—. Pero la decisión ya está tomada —añadió con firmeza, sabedora de que Pedro significaba para ella mucho más que cualquier éxito profesional.

Antonio siguió hablando y ella le fue dándole razón, conviniendo en que sí, era la oportunidad de su vida y sí, era tonta por dejarla pasar. Sin embargo, su corazón no podía dejar de sentirse contento con su pétrea decisión.

—Prométeme que te lo pensarás. Consúltalo con la almohada —se despidió Antonio—. Mañana verás las cosas de manera diferente. Llámame.

—Está bien: volveré a pensármelo y mañana te llamaré —suspiró profundamente. Paula sabía que Antonio no se conformaría con menos—. Aunque mi decisión será la misma —añadió.

Colgó el auricular lentamente y sólo entonces percibió la presencia de Pedro, a la entrada del salón. El corazón le dió un vuelco al verlo. Si había asistido a la conversación, se habría enterado de su decisión.

—¿Has oído?

—Sí —respondió con menos satisfacción de la que Paula había esperado.

En realidad, Pedro había oído mucho más de lo que Paula imaginaba. Había oído, aparte de sus palabras, la tristeza del tono con que se había despedido de una ocasión que tanto podía significar para ella. Menos mal que su agente la había convencido para que se lo pensara un poco más, el tiempo suficiente para que él pudiera hacerla cambiar de opinión.

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