miércoles, 18 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 63

Estaba aturdida. Sentirse obligado a escribir su biografía, había hecho que Pedro descubriera la verdad acerca de la muerte de su prometida. Y ahora había superado su rechazo a los medios de comunicación, consciente de que éstos no siempre tenían la culpa de las desgracias ajenas; de que, incluso, podían llegar a curar heridas pasadas. El mayor obstáculo entre Pedro y ella había dejado de ser un impedimento a su relación. Al declararse por televisión, él le estaba mostrando que estaba dispuesto a compartir su mundo. Daba igual que no fuera a ser necesario. El ofrecimiento era más que suficiente. Tenía que hacer algo: meter un par de cosas en una maleta, conducir hasta Brisbane, ir a verlo, acompañarlo, amarlo.

Pero antes de que pudiera hacer nada, sonó el timbre de la puerta. Fue a abrir con el ceño fruncido, pues no necesitaba que nadie la entretuviera en esos momentos. Se preparó para deshacerse de quienquiera que fuese, pero, al abrir la puerta, estuvo a punto de tener un infarto al ver que era Pedro quien estaba bajo el quicio de la puerta.

—Hola, Paula. ¿Puedo pasar? —preguntó mirándola amorosamente.

—Pero, ¿Qué haces...?, ¿Cómo has...? —Sarah no acertaba a terminar ninguna pregunta. Estaba asombrada y las piernas amenazaban con doblársele.

—¿No deberías invitarme a pasar? ¿O prefieres airear hasta el último detalle de nuestra relación? —preguntó en broma. Entró en casa de  Paula, cerró la puerta y la abrazó—. Llevo todo el día soñando con este instante. ¡Te quiero tanto!

—Sí, ya lo he oído —comentó sin recuperarse aún de la emoción. Paula sólo sabía que estaba donde quería estar: a salvo en brazos de Pedro—. Tendrás una copia de tu entrevista con Lucas Lawrence, ¿No? —preguntó con voz ronca y cariñosa.

Aún no se creía que Pedro estuviera allí. Éste asintió y luego le acarició el cabello mientras dejaba un reguero de besos por su cara.

—No me he saltado los límites de velocidad al volver de Brisbane, pero poco me ha faltado —comentó Pedro.

—Dijiste que lo nuestro había sido una fantasía, una ilusión. ¿Sigo soñando, Pedro?, ¿O de verdad me has pedido que me case contigo por televisión?

—Lo nuestro no ha sido nunca una fantasía, Pau—dijo besándole los párpados—. Sólo te dije que lo era para que fueras libre y pudieras perseguir tus sueños. Pero luego me dí cuenta de que no podía vivir sin tí... ¿Qué te molesta más: que me haya declarado o que te haya pedido que te cases conmigo por televisión? — bromeó Pedro.

—Las dos cosas me sobrepasan ahora mismo —le siguió el juego, apoyándose sobre su pecho.

—Quería demostrarte que te amo tal como eres, aunque ello implique tener que soportar a tu público durante el resto de nuestros días —dijo mirándola a los ojos fijamente—. Seguro que tus admiradores me pondrán muy celoso, pero lograré acostumbrarme.

—Estoy segura. Pero no será necesario: dejo la televisión.

—¿Cómo? —preguntó extrañado—. ¿No habías firmado un nuevo contrato con De costa a costa.

Paula cayó en la cuenta de que Pedro aún no sabía lo de su futura novela. Él la había aceptado tal como era y habría estado dispuesto a acomodar su estilo de vida al de ella. ¿Habría alguna mujer en el mundo que se sintiera más amada?

—Karen y yo estábamos celebrando un nuevo contrato, sí; pero no para un programa de televisión —explicó Paula.

—¿Entonces?

—Está claro que ayer no leíste el periódico. Una editorial ha apostado por mi primera novela. Después de trabajar en tu libro, me entró el gusanillo de escribir — Paula sonrió y señaló las hojas que había impreso ese mismo día—. Mira: éste es el borrador del primer capítulo.

—¡Así que me decido a arreglármelas con tu popularidad y ahora resulta que me encuentro con una escritora en ciernes! —exclamó Pedro, en absoluto contrariado.

—Sabes mi respuesta hace mucho. Era yo la que no se había dado cuenta antes —dijo de pronto Paula, llorando de felicidad—. Sí, me casaré contigo. Te quiero tanto que me duele.

—Entonces tendré que darte muchos besos para aliviar esos dolores, ¿No te parece? —la advirtió.

—Por favor —lo instó, urgida por la necesidad que la abrasaba.

Pedro la complació de tal manera que a punto estuvo de hacerla perder el sentido, desmayada por falta de oxígeno. De alguna manera, sus ropas terminaron en el suelo y luego los besos tuvieron más terreno que conquistar. Entonces, mientras se acariciaban sin recato, Paula pensó que el Show de Lucas Lawrence debía de estar finalizando. Había olvidado que la televisión seguía encendida y ahora se había sobresaltado al volver a oír su propio nombre.

—¿Qué ha dicho? —preguntó Paula.

—Que tu respuesta ha sido «sí» —respondió Pedro.

—¿Cómo podía saberlo si lo han grabado esta mañana?

—¿Acaso pensabas que te iba dar opción a que contestases otra cosa? —la besó salvaje y posesivamente—. Después de verte con Karen el otro día, supe que no podía pasar ni un solo día más de mi vida sin tí. Rechazar la invitación a comer que Karen me hizo me costó lo indecible; pero necesitaba averiguar la mejor manera para expresarte mis sentimientos.

Sólo unas pocas horas antes había creído que todo había terminado. Y ahora era evidente que no habían hecho sino empezar.

—¿Y qué hubiera pasado si te hubiese rechazado? —preguntó Paula, esbozando una sonrisa para suavizar la pregunta.

—Entonces habría tenido que hacerte el amor hasta que cambiaras de opinión —respondió él con ojos centelleantes.

—Puede que estemos yendo un poco rápido —dijo fingiendo tener dudas—. Este tipo de cosas no se deciden a la ligera —lo provocó.

—En tal caso, voy a tener darme el gusto de convencerte.

A Paula le faltó maullar. Era exactamente la reacción que esperaba. Era feliz y ya sólo esperaba que ambos fueran renovando su amor día a día hasta el final de sus vidas.

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