lunes, 9 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 44

Respiró profundamente e intentó apaciguar el ritmo frenético con que latía su corazón; desenfreno que no tenía tanto que ver con Diana como con el roce de Pedro. Le costó un esfuerzo terrible no apoyarse sobre el hombro de éste.

—Lo siento por Marcos. ¿Quién presentará en adelante el programa? — preguntó por fin.

—La plaza todavía está vacante —le confió Diana—. Tenemos que hablar, Paula—añadió.

No tenía sentido mantener conversación alguna, pues Paula ya había resuelto que quería escribir una novela. Sin embargo, prefirió elegir otro momento para comunicarle a Diana su decisión; un momento en el que Pedro no estuviera presente, para que éste comprendiera que su renuncia era una cuestión del todo personal.

—Llámame —respondió sin comprometerse a nada, a pesar de lo cual Diana pareció darse por satisfecha.

—Veo que siguen juntos —comentó ésta sonriente—. ¿Qué tal va su libro?

—Casi está terminado —contestó Pedro, contrario a informarle de cómo estaban las cosas en realidad.

Paula no pudo evitar sentirse contenta porque Pedro no hubiera desmentido que estaban juntos. Asistió en silencio, fascinada, a la habilidad con que Pedro manejó a Diana, la cual, seducida por el encanto de éste, llegó a despreocuparse de su propia pareja. Después de un rato, y muy a su pesar, volvió con el hombre que la acompañaba y esperaba.

—¿Qué? ¿Cómo lo he hecho? —repitió Pedro  al oído de Paula cuando se hubieron quedado solos.

—Deberías haber sido representante de artistas —comentó Paula—. Sólo te ha faltado firmar por mí el contrato con Diana —añadió disimulando el dolor que le producía que Pedro quisiera verla de nuevo en aquel mundo ajeno al de él.

—Perdiste un gran reportaje por mi culpa —dijo Pedro al notar que Paula le estaba pidiendo explicaciones—. Lo menos que puedo hacer es asegurarme de que eso no vuelva a suceder.

Estaba convencido de que ése era el sitio que le correspondía a Paula. Ni siquiera se le pasaba por la cabeza que ella hubiese cambiado. Ésta se estremeció al recibir una caricia en la espalda.

—Me importas, Paula—prosiguió Pedro—. Y quiero que seas feliz.

—Y que me aleje de tí —añadió Paula con voz neutra, asumiendo la amarga realidad.

Por mucho que su cuerpo se resistiera, su cabeza ya iba aceptando lo irremediable. No tenía más remedio que reprimir el deseo que inflamaba todo su cuerpo... O abandonarse a su lujuria. Por un momento de locura, se imaginó dejándose llevar por sus ansias desesperadas de hacerle el amor. Aunque Pedro tuviera mucho autocontrol, Paula estaba segura de tener demasiado poder sobre él en ese sentido. Podría valerse de sus armas de mujer para engatusarlo y obligarlo a que se acostara con ella.

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