viernes, 13 de julio de 2018

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 54

—Entonces todo irá bien —aseguró Pedro. Acto seguido, la miró con dulzura, la elevó y la llevó hasta la cama, donde la depositó con suma delicadeza—. Tomaré precauciones, te lo prometo; si es que es eso lo que te preocupa —añadió.

Luego, dando por sentado que la cuestión estaba zanjada, se recostó sobre ella para besarla profundamente. El sabor de sus labios hirvió la sangre que le corría por las venas, y Paula se sorprendió devolviéndole sus besos con una pasión que, finalmente, dio rienda suelta al deseo que llevaba reprimiendo tanto tiempo. Lo amaba. Eso era lo único que importaba. No el día siguiente. No el vacío tras su desencuentro. Sólo importaba un impulso tan elemental que apartaba todos los pensamientos coherentes de la cabeza.

Pedro se levantó, se quitó su propia bata y cumplió su promesa de tomar precauciones. Sólo tardó unos segundos, pero a Paula se le hicieron eternos y, tras el calor de haberse rozado mutuamente, su ausencia la congelaba. ¡Dios! Si tanto lo echaba de menos por no tenerlo a su alcance apenas un minuto, ¿cómo soportaría el resto de su vida sin él? Espantó sus temores abriendo los brazos para darle la bienvenida mientras Pedro se inclinaba sobre ella con ternura. Éste dedicó un buen rato a besar cada centímetro de la piel de Paula, hasta que ella lo necesitó urgentemente en su interior. Sus ojos negros echaban chispas de deseo, pero se contuvo para obsequiarle con paciencia, amándola con tanto esmero que Sarah quiso llorar. Todo el tiempo fue murmurando cariños, alojando el susurro de sus suaves palabras sobre las mejillas, la frente y la boca de ella, que no soportaba más sus ganas de desbordarse.

—Ámame, Pedro, por favor.

Y Pedro obedeció, prendiendo la mecha de sus pasiones recíprocas hasta provocarle espasmos de placer; gozo sólo comparable a la profundidad de los sentimientos de Paula, que jamás en su vida había experimentado algo semejante, por lo que no se molestó siquiera en intentar comparar aquel mágico momento con ningún otro de su pasado. Algunas cosas era mejor vivirlas, no analizarlas. Estaba viviendo con él, amándolo por todas las mañanas que nunca podrían ver amanecer juntos. Después se acurrucó entre la curva de su costado y su brazo, dejando que Pedro le acariciara amorosamente los pechos con un dedo. La respiración de Paula fue normalizándose a medida que iba comprendiendo la deliciosa imprudencia que acababa de cometer.

Cuando al día siguiente despertó, se encontró sola en la cama. La desolación enturbió su corazón. Debería habérselo esperado, se dijo. Había hecho el amor con Pedro a sabiendas de que aquello no cambiaría nada entre ellos. No debería sorprenderla el comprobar que no se había equivocado. Antes de abandonarla, él la había cubierto con una manta sin despertarla. También le había dejado la camiseta de la noche anterior y unos vaqueros sobre una silla que había junto a la cama. El mensaje no admitía más que una lectura: habían compartido una noche maravillosa, pero tenían que regresar al mundo real. Se levantó y se vistió despacio. Las secuelas de su unión con Pedro se dejaban notar en los músculos, los cuales le recordaron con tristeza el paraíso que había explorado... y perdido.

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