lunes, 23 de julio de 2018

Dulce Amor: Capítulo 4

Cerró  los  ojos  y  se  inclinó  hacia  delante.  Sintió  su  respiración  y  el  roce  de  sus  labios. Batman la besó en la mejilla y Paula sintió el amargo sabor de la decepción. ¿En la mejilla? ¡Eh, no había derecho!Entonces  Batman  la  miró  y  ella hizo  lo  imposible:  se  estremeció.  Desde  la  punta de los pies a la cabeza.

—¿Podríamos vernos más tarde? —preguntó el superhéroe.

¡Sí! ¡No! No podía ser él. Pero ella jamás se estremecía, y en ese momento estaba temblando. Sí, definitivamente, su madre había vuelto a hacer vudú.

—De  verdad,  tengo  que  irme  —justo  en  ese  momento,  volvió  a  sonar  su  teléfono y aporrearon la puerta.

—¿Batman?  ¿Estás  aquí?  Soy  Juan,  el  fotógrafo.  Tenemos  a  miles  de  niños  esperándote.

Se  miraron  durante  largos  segundos  antes  de  que  el  teléfono  y  los  golpes  los  impulsaran a actuar. Paula atendió la llamada y él abrió la puerta.

—Nos  veremos  más  tarde  —le  prometió. 

Y  desapareció  dejando  a  Paula sorprendida y extrañamente desilusionada.



—Todavía  huele  a  humo  —Jimena,  el  brazo  derecho  de  Paula y  una  de  las  mejores reposteras de Texas, entró en el despacho de ésta con un ambientador—. Ha sido una suerte que el incendio no haya afectado al equipo informático.

—Por última vez, Jimena, no ha habido un incendio. Sólo unos cuantos chispazos por no haber cortado la corriente cuando te lo he dicho —Paula fijó la mirada en la puerta que separaba su despacho de la cocina.

—¡Las llamas han llegado hasta aquí! —Jimena alzó dramáticamente los brazos—. ¡Podía haber muerto abrasada!

—No ha  habido un  incendio —Paula examinó   el   recibo  dejado  por  el   reparador—. Lo que dice Gabriel, y también lo han confirmado los bomberos, es que se trataba de un enchufe en mal estado.

—Y qué sabrán esos tipos. Los bomberos llegaron cuando lo peor había pasado.

—La estación de bomberos está a tres bloques de aquí. El camión ha llegado en un  minuto  y  veinte  segundos  y  Martín dice  que  se  han  enfadado  bastante  al  descubrir que era una falsa alarma.

—Así que no era un verdadero incendio. Pero podría haber llegado a serlo. Lo único que yo he hecho ha sido tomar precauciones.

—Lo que has hecho ha sido exagerar, como siempre.

—No  he  podido  evitarlo.  He  visto  esas  chispas  y  te  juro  que  he  visto  pasar  mi  vida  ante  mis  ojos.  ¿Y  sabes  qué?  Voy  a  iniciar  una  nueva  etapa  de  mi  vida.  Se  acabaron  las  aburridas  noches  de  los  viernes  intentando  mejorar  una  receta.  Quiero  empezar  a  vivir  y  voy  a  hacerlo  esta  misma  noche  —se  volvió  expectante  hacia  Paula—. ¿Qué me dices? ¿Quieres venir conmigo?

Paula sacudió la cabeza.

—Tengo trabajo que hacer. He perdido tres horas yendo a ese carnaval.

—¿Y cómo te lo has pasado?

Sonrió con nostalgia.

—Las  tartas  han  sido  un  éxito.  Mónica,  la  administradora  del  orfanato  dice  que  con el concurso de tartas han conseguido más dinero para el orfanato que con todo lo demás.

—Magnífico. Definitivamente, deberíamos salir a celebrarlo.

Paula miró los papeles que tenía encima del escritorio.

—Pero los viernes por la noche tengo que hacer la facturación.

—Y  los  sábados  por  la  noche  el  inventario  —añadió  Jimena—.  Qué  aburrido.  Lo  que  tienes  que  hacer  es  salir  y  conocer  a  algún  hombre.  ¿Cómo  piensas  conocer  al  hombre de tu vida si no haces vida social?

—¿Has estado hablando con mi madre? —al ver la expresión de culpabilidad de Jimena, Paula suspiró—. Has estado hablando con mi madre.

—Ha  llamado  mientras  estabas  en  el  orfanato.  Me  ha  dicho  que  el  hijo  de  la  hermana de su peluquera viene la semana próxima a la ciudad. Es dentista. Según tu madre, es el hombre perfecto para tí, y ya le ha dicho que estás deseando enseñarle la ciudad.

—¡Oh, no! —Paula hundió el rostro entre las manos.

—No te lamentes tanto. A mí me ha parecido que podía estar bien.

Paula alzó la cabeza e irguió los hombros. Llorar no iba a servirle de nada. Si su madre se había propuesto algo, sus planes saldrían indefectiblemente adelante.

—De acuerdo, ¿Qué aspecto tiene?

—¿Quieres saber cuáles han sido las palabras exactas de tu madre?

—Sí.

—Gana  alrededor  de  cien  mil  dólares  al  año.  Tiene  una  casa  de  dos  plantas  cerca  del  lago  y  un  BMW  de  cuatro  puertas  perfecto  para  sus  dos  futuros  nietos  —Paula gimió y Jimena añadió—. No está mal. Un dentista y una repostera: tú destrozas los dientes y él los arregla.

—Adiós, Jimena.

—Te veré el lunes, jefa.

Paula tomó aire y encendió el ordenador. Cientos de facturas después, el reloj marcó las doce y sonó el teléfono.

—Aja. Te he pillado.

Los  habitualmente  eficientes  dedos  de  Paula escaparon  de  las  teclas.  Al  número total de tartas enviadas durante la semana se le sumó un montón de ceros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario