miércoles, 25 de julio de 2018

Dulce Amor: Capítulo 7

—Sé  realista,  Zai.  Ese  tipo  es  el  actual  campeón  de  lanzamiento  de  eructos  de  Texas.

—Pero también tiene inclinaciones musicales.

—Estoy  desesperada,  Zai,  no  loca.  Se  supone  que  ese  tipo  tiene  que  ser  el  hombre de mis sueños: alto, moreno y de ojos azules. Y el primo de Rodrigo tiene una barriga cervecera.

—Es  normal, Paula.  Tiene  que  tomar  muchos  alimentos  que  generen  gases  para poder competir. Pero después de la final adelgazó cinco kilos.

Paula pestañeó, intentando contener la inesperada aparición de las lágrimas.

—Es imposible que mi madre pueda creerse que ése es el tipo que le he estado describiendo durante todo este tiempo —sollozó.

—Caramba, estás realmente afectada. Necesitas un hombre y lo encontraremos. Un hombre que no eructe, de verdad.

Pero dos abolladuras de carro más tarde, todavía no habían encontrado a nadie que  encajara  con  la  descripción  y  a  Paula le  quedaban  exactamente  diez  minutos  para regresar a la cocina.

—Allí  está  —dijo  Zaira,  tomando  un  ejemplar  del  periódico  local  cuando  se  acercaban a la caja. Señaló una fotografía—. Éste es el hombre de tus sueños.

—¿Alfonso El  Salvaje?  ¿El  propietario  de  Wild  Man  Ribs?  —Paula sonrió  por  primera  vez  desde  que  había  recibido  la  llamada  de  su  madre—.  Caramba,  siempre  he deseado salir con un hombre capaz de beber cerveza en las copas de un sujetador.

—Aquí pone que lo hizo con fines benéficos.

—Y  yo  creo  que  lo  hizo  para  fanfarronear,  su  actividad  más  conocida,  cuando  no está dedicándose a su negocio.

—Ésa  es  la  imagen  que  proyectan  los  medios  de  comunicación.  Conozco  a  la  periodista que le entrevistó para el Dallas Stare año pasado. Por lo que ella dice, este buen  hombre  invierte  gran  parte  de  su  tiempo  y  su  dinero  en  obras  de  caridad  —miró a su amiga—. ¿Lo has visto alguna vez?

—No. Yo siempre me he reunido con Diego Black, el director comercial. Por lo que yo  sé,  lo  único  que  hace  Pedro Alfonso es  poner  el  dinero  y  utilizar  su  imagen  para  hacer propaganda del negocio.

—Una  imagen  que  responde  perfectamente  a  la  descripción  que  le  hiciste  a  tu  madre.

Paula estudió  la  fotografía.  Era  atractivo,  y  se  parecía  ligeramente  a  su  Batman.  Cubrió  la  parte  superior  de  su  rostro  con  un  dedo.  Sí,  tenía  posibilidad  de  convertirse en su supuesto hombre ideal. Y ya tendría oportunidad para encontrar al mismísimo Batman, como había estado intentando hacer desesperadamente durante toda la mañana. Desgraciadamente,  su  superhéroe  no  era  el  voluntario  que  inicialmente  iba  a  hacer  las  veces  de  Batman,  Adrián Calhoun.  Al  parecer,  Adrián se  había  puestoenfermo y en el último momento había llamado a alguien para que fuera en su lugar. Paula no había tenido forma de averiguar la identidad de aquel suplente.Miró de nuevo la foto. De acuerdo, Alfonsp se parecía al tipo que buscaba, pero estaba muy lejos de parecerse a su Batman. Era un hombre rudo y zafio como pocos.

—Déjalo —le dijo a Zaira—. Ni siquiera lo conozco y no me gusta salir con tipos tan brutos.

—Pau, no te gusta salir con nadie. Ése es el problema. Si salieras regularmente con  chicos,  podrías  contar  con  alguno  para  esta  farsa.  Para  ser  alguien  que  está  en  una  situación  desesperada,  estás  siendo  muy  remilgada.  Así  que  ya  es  hora  de  que  bajes el nivel.

—El  nivel  que  exijo  es  muy  bajo  —repuso  a  la  defensiva—.  Mira,  si  ahora  mismo  apareciera  ese  tipo  delante  de  mí,  consideraría  la  posibilidad  de  salir  con  él,  de verdad. Lo que pasa es que siempre he imaginado al hombre de mis sueños como un  hombre  amable,  agradable.  Un  hombre  fuerte  y  viril,  pero  no  bruto  ni  machista.  Sensible,  pero  no  mentecato.  Alguien  dispuesto  a  ayudar  a  una  mujer  en  apuros  y  deseoso de hacer algo por la humanidad.

—Estás hablando de Superman, Pau.

—Batman.

—¿Qué?

—Nada,  no  importa  —Paula tomó  aire—.  Estoy  viviendo  un  momento  de  desesperación.  En  realidad,  no  tengo  por  qué  casarme  con  ese  tipo.  Sólo  fingir.  Así  que se acabaron las exigencias. Estoy dispuesta a todo. En el supermercado ya hemos agotado  todas  las  posibilidades,  así  que  tendremos  que  cambiar  de  lugar.  ¿Qué  me  dices de tu oficina, hay algún tipo disponible?

—Walter Pemberton, pero no mide ni uno sesenta.

—Supongo que entonces sólo queda una solución —Paula forzó una sonrisa—. Bueno, siempre he tenido curiosidad por conocer a un tipo como Alfonso El Salvaje.


Pedro Alfonso apenas  había  tenido  tiempo  de  beber  el  último  trago  de  cerveza  cuando  vió  un  puño  gigante  frente  a  su  rostro.  Un  gesto  un  poco  exagerado  para  combatir un amable comentario para un programa deportivo de televisión.

—Venga,  sé  consecuente  con  lo  que  dices.  Hagamos  una  apuesta.  Yo  gano  si  admites que Tomás Bradshaw ha sido el mejor jugador de todos los tiempos.

Si  Pedro hubiera  sido  inteligente,  habría  mantenido  la  boca  cerrada  y  el  brazo  derecho lejos de Pablo Mackey, un armario con dos troncos por brazos. Pedro , retirado ocho años atrás con una lesión en los hombros, no tenía ni una sola oportunidad. Aun así, apoyó un codo en la barra y flexionó los dedos.

—Nadie  podía  batir  a  Montana.  Era  más  fuerte  que  Tomás,  más  joven  y  más  preciso en sus golpes.

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