miércoles, 1 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 16

De repente, sintió que no podía respirar.


–Bonita actuación –le dijo él–. ¿No pretenderás decirme que no sabías nada?


–No, Pedro, no sabía nada –admitió ella con un hilo de voz sin apartarse las manos de la cara.


–En ese caso, ¿Qué te trajo a Villa Ana aquella noche, si no fue la orden de tu padre de mantenerme entretenido?


–Quería verte, nada más –le respondió, bajando las manos y clavando la vista en el suelo para evitar enfrentarse a la castigadora mirada de Pedro.


–Pues… Me temo que vas a tener que inventarte una excusa mejor. Mucho mejor. Porque aquella noche venías con una misión, vestida para matar a tu presa, que era yo. Hiciste el papel de seductora muy bien, por orden de tu padre.


–Mi padre no sabía nada, te lo aseguro. Era mi cumpleaños y quería pasarlo contigo.


–¿Por qué, Pedro?


Ella guardó silencio unos segundos. Luego tomó aire. Dadas las circunstancias, le daba igual contárselo.


–Porque estaba enamorada de tí –le confesó–. Había estado enamorada de tí desde los trece años, o incluso desde antes.


Pedro le puso un dedo en la barbilla para levantarle el rostro y que lo mirase.


–Si eras solo una niña.


–Eso era precisamente lo que quería, demostrarte que ya no era una niña.


Él apretó la mandíbula mientras asimilaba la información. Frunció el ceño.


–¿Y esperas que te crea? –replicó por fin–. ¿Esperas que crea que decidiste ofrecerte a mí en el mismo momento en que mi padre iba a plantarle cara al tuyo?


–Me da igual lo que quieras creer, Pedro –le dijo ella.


Se dió la vuelta porque tenía que marcharse de allí y atravesó la terraza para darle la vuelta a la casa y volver a Villa Melina. Con un poco de suerte, se encontraría con el viejo coche de Rafael, si no, iría andando. Cualquier cosa era mejor que seguir aguantando las duras palabras de Pedro. Pero solo había dado un par de pasos cuando él se interpuso en su camino.


–No tan deprisa –le dijo–. Todavía no he terminado contigo.


–Pues yo contigo sí. Apártate.


–¿No pensarías que iba a creerme eso de que estabas enamorada de mí?


–«Estaba», Pedro, en el pasado. Ahora mismo, te odio.


–Eso sí que me lo puedo creer. Y sé por qué tienes tanta prisa por huir. Porque te sientes culpable, Paula. Digas lo que digas, tienes la culpa escrita en el rostro.

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