lunes, 27 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 70

 –No te hacía falta obligarme.


–Ahora lo sé. Y me alegro de que ya no haya nada que se interponga en nuestro camino. Podemos ser pareja… Una pareja de verdad. De hecho, me gustaría que fuésemos marido y mujer.


Ella dió un grito ahogado.


–¿Me estás pidiendo que me case contigo?


–¿Tanto te sorprende?


–Sí. No es posible.


–¿Por qué? Has admitido que me quieres. Ambos queremos a Olivia…


–Para que una relación, un matrimonio, funcione, ambas partes deben amarse –lo interrumpió ella en voz baja–. Una sola no es suficiente.


Lukas la miró de arriba abajo. Paula tenía la cabeza agachada, el cuerpo perdido dentro de su chaqueta, el pelo mojado. La abrazó y le hizo levantar la cabeza, y vio que tenía lágrimas en los ojos. Y los grilletes de su orgullo se vinieron abajo. De repente, como por un milagro, fue capaz de decir lo que pensaba, de aceptar lo que siempre había sabido. Estaba enamorado de Paula. Nunca lo había dicho, ni siquiera a sí mismo, pero era la verdad. Oyó las palabras en su cabeza. «Te quiero, Paula». Le resultaron sorprendentemente naturales, tuvo la sensación de que siempre habían estado allí, esperando a ser dichas, pero también tuvo una extraña sensación de pérdida. Porque entregar su corazón a Paula implicaba perder una parte de sí mismo. La parte amarga y resentida, la parte hostil y vengativa. Había estado con él tanto tiempo que Pedro había pensado que formaba parte del hombre que era. Pero en esos momentos veía las cosas de otra manera. Sin ni siquiera intentarlo, sin saberlo, ella lo había liberado de aquel horrible monstruo, dejándolo libre. Libre para amarla. Pedro le tomó el rostro entre las manos y vió el dolor en su mirada. Quiso borrarlo de allí con un beso, pero supo que eso vendría después. En esos momentos, tenía que utilizar las palabras.


–Si el amor es lo que te preocupa, debes saber que no hay ningún impedimento para que nos casemos.


Paula lo miró como si no lo entendiese. Lo que no era de extrañar, porque hablando así Pedro parecía un abogado, un imbécil… O ambas cosas a la vez.


–Lo que te estoy intentando decir es que… –empezó, frotándose la mandíbula–. Lo que te quiero decir es…


–¿Sí?


Tomó aire.


–Paula, eres la mujer más obstinada, exasperante y maravillosa que he tenido la suerte de conocer. Y te quiero con todo mi corazón.


Se hizo el silencio.


–No, no es posible.


–Sí, sí que lo es.


–Solo lo dices para engañarme. O porque piensas que es lo que quiero oír. O porque estás mal de la cabeza.


–Bueno, eso último sí que es cierto –admitió él, sonriendo de oreja a oreja.


Ella hizo una mueca, pero Pedro pensó que aquello no era suficiente, que necesitaba más. Así que esperó con las cejas arqueadas, la cabeza ladeada y los ojos posados fijamente en los suyos. Y entonces la vió sonreír por fin, sonreír de verdad.

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