lunes, 20 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 54

A Paula le dió un vuelco el corazón al oír aterrizar el helicóptero. Pedro había vuelto. Dejó su libro, se puso en pie y apoyó las manos en las caderas, pero según fueron pasando los segundos y no lo vio aparecer, empezó a ir y a venir por la habitación, alisándose la falda del vestido con manos temblorosas.


-Kalispera –la saludó Pedro, para después entrar a la cocina a por un vaso de agua–. ¿Dónde está Olivia?


–No está aquí –le respondió ella.


–Eso ya lo veo –dijo él, dejando el vaso encima de unamesa–. ¿Dónde está?


–Eso da igual ahora, lo que yo quiero saber es dónde has estado tú.


–¿Me has echado de menos? –inquirió él en tono frío.


–No seas tan engreído. Habría sido todo un detalle decirnos cuándo pretendías volver.


–Yo nunca he sido precisamente detallista.


–No –admitió Paula, mirándolo a los ojos–. Es cierto, no sé cómo se me había olvidado.


Él sonrió, como si estuviese divirtiéndose, jugando con ella.


–Bueno, ya veo que estás encantada de verme. ¿Dónde has dicho que está Olivia?


–No te lo he dicho, pero, ya que lo preguntas, está en Villa Melina. Juana va a darle la merienda y después Rafael la traerá de vuelta.


–Interesante… –respondió él, acercándose más y mirándola fijamente–. Entonces, estamos solos.


–Sí. Mucho mejor así.


–Todavía más interesante. ¿En qué estás pensando, Paula? –le preguntó Pedro, tomando un mechón de pelo rojizo entre sus dedos.


–Te voy a contar en qué estoy pensando –replicó ella, alejándose para que no la pudiese tocar–. Vamos a empezar por hablar de lo que has estado haciendo estas dos últimas semanas.


–Eso no es asunto tuyo, agape.


–¿No? ¿Nada de lo que has estado haciendo es asunto mío?


–Eso he dicho.


–En ese caso, eres un mentiroso, Pedro Alfonso.


–¿Qué has dicho?


–Que eres un mentiroso –le repitió ella.


Tenía miedo, pero sabía que ya no había marcha atrás.


–Si yo fuese tú, retiraría eso, Paula. Te estás metiendo en aguas pantanosas.


–No, no voy a retirarlo.


–Entonces, voy a tener que dejarte varias cosas claras – contestó él–. No puedo creerme que tú, precisamente tú, me llames mentiroso. Tú, que no me contaste que había tenido una hija.


–Eso es diferente. No se puede comparar.


–Mentiste por omisión, Paula. Y eso es tan malo como mentirme a la cara. O peor. Es todavía más cobarde, así que no te molestes en intentar defenderte.


–No tengo ningún interés en defenderme.


–Hablando de mentirosos, ¿Y tu padre?

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