lunes, 20 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 51

 –¿Qué es esto, Oli? –preguntó en voz alta, para que la niña la oyese desde el cuarto de baño.


Olivia apareció en la puerta con el cepillo de dientes en la mano.


–Ah, eso. Es un mechón de pelo de papá.


–¿Y por qué tienes un mechón de pelo de papá?


–Hemos hecho un intercambio. Él se ha cortado un poco de pelo para dármelo a mí y yo le he dado otro poco del mío a él. Me ayudó papá con las tijeras.


Olivia volvió al baño a dejar el cepillo.


–¡Ay! –exclamó desde allí–. Se me había olvidado que eso también era un secreto.


–No pasa nada, cariño –le dijo Paula, a pesar de que le temblaban las manos al entender lo que se proponía Pedro.


–No te preocupes, mamá –le dijo Olivia, subiéndose a la cama y dándole un beso en la mejilla–. Fue solo un poco de pelo. Tengo mucho más.


–Por supuesto que sí.


Paula le devolvió el beso, la tapó, bajó la persiana y salió de la habitación. Fue al salón, se sentó en el sofá y abrazó con fuerza un cojín. 


Pedro ajustó el micrófono de sus cascos mientras esperaba a que le diesen el visto bueno para despegar. No estaba de humor para que le hiciesen esperar mucho, así que se alegró al ver, pocos segundos después, que tenía permiso para hacer que se elevase el helicóptero. Habían sido un par de semanas agotadoras, pero por fin volvía a Thalassa, con planes de futuro claros. Planes que harían que ella se plegase a sus deseos. Planes que iba a controlar él, con la cabeza y no con su traicionero cuerpo. La noche que había pasado con ella había quedado muy atrás. Era como si aquel hombre no hubiese sido él, y no lo era. Era evidente que tendría que tener la guardia bien alta con ella, porque sabía que Paula lo volvía loco y que, además, era adictiva. Por eso le había pedido que se quedase con él en Atenas, para pasar otra noche con ella, y otra más, pero le había dicho que no. Era probable que hubiese pensado que con una noche había sido suficiente para doblegarlo. Al día siguiente, había estado reunido cuando lo habían asaltado las dudas. Había estado negociando la compra de un barco más para la flota de C&A Shipping, al que le pondría el nombre de su hija, Olivia. Entonces había recibido el mensaje de Paula, que le había hecho sonreír. Y se había dicho que la llamaría después, cuando pudiese darle la buena noticia de que Olivia ya tenía su barco. Había conseguido cerrar el trato y entonces, el presidente de la empresa rival, a la que le había comprado el barco, le había preguntado:


–Entonces, ¿Es verdad? ¿Vas a intentar recuperar la vieja flota?


Pedro había asentido. No le había sorprendido que Georgios Papadakis lo supiese, ya no era un secreto.


–Sí.

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