viernes, 10 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 37

 –Tal vez dentro de un rato –respondió él, apoyando una mano en el hombro de Paula e inclinándose para susurrarle al oído–: Continuará, señorita Chaves.


Paula tragó saliva, pero Olivia tiró de su mano y le impidió responder. Estiró la espalda y se puso los brazos detrás de la cabeza. 


Pedro había estado trabajando en su despacho toda la tarde y necesitaba un descanso, pero después de tantos días sin hacer nada se le había acumulado el trabajo. Su negocio de yates de lujo, Blue Sky Charters, había seguido funcionando bien en su ausencia. Sus empleados le habían sido leales y no tenía de qué preocuparse. Supuso que había tenido suerte, aunque la palabra «Suerte» no era precisamente la que hubiese preferido utilizar, de que las autoridades no hubiesen embargado su negocio personal. No había ninguna relación entre este y G&K Shipping, que se había hundido con el escándalo. Aunque pretendía volver a levantar la empresa, en honor a su padre. Ya habían conseguido volver a comprar siete cargueros. Miguel Chaves había tenido ochenta, pero era un comienzo. También había decidido limpiar su nombre y, lo que era mucho más importante, el de su padre. Quería que todo el mundo supiese quién había sido el responsable del tráfico de armas.Se inclinó hacia delante y cerró el ordenador portátil. La casa estaba en silencio y todavía no se había puesto el sol. Pensó que, de hecho, había demasiado silencio. Hacía algo más de una semana que habían llegado los tres a Villa Ana y Pedro se había acostumbrado a tener por allí rondando a Paula y a Olivia, a oír a la niña corriendo por los suelos de mármol de la casa, a oír su risa y sus gritos retumbando en las grandes habitaciones. En vez de disfrutar de su soledad, aguzó el oído para ver si habían vuelto ya de su excursión a la playa.


Después de la comida, Paula se había asomado para anunciarle que iba a llevar a Olivia a la pequeña cala que había cerca de la casa. Pedro había entendido por su tono de voz que no quería que las acompañase. Lo habría hecho de todos modos de no haber sido porque tenía trabajo. Además, ella llevaba toda la semana jugando a guardar las distancias con él. Y él había decidido seguirle la corriente. Aunque se estuviese volviendo loco, viéndola balancear las caderas por toda la casa, fingiendo indiferencia cuando en realidad la tensión sexual que había entre ambos fuese insoportable. Se miró el reloj. Eran más de las seis. Tenían que haber vuelto ya, aunque sabía que siempre era difícil llevarse a Olivia de la playa.

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