viernes, 24 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 65

 –No, Flor –insistió Paula–. Seguro que tenías planes para esta noche.


–No, no tengo planes, salvo acabarme esa botella de champán. Salgan ustedes. Y no tengan prisa por volver.


Paula la fulminó con la mirada. ¿No se daba cuenta de que no quería estar a solas con Pedro?


–Perfecto –dijo Pedro, dejando su copa encima de la mesa y tomando su chaqueta–. Tengo que hacer un par de cosas antes, así que te recogeré dentro de una hora.


Se dió la vuelta y después, volvió a girarse hacia ella.


–Ah… Será mejor que te pongas guapa. Al fin y al cabo, tenemos mucho que celebrar.



Pedro frunció el ceño mientras veía cómo Paula se comía un bocado de mousse de langosta y se limpiaba los labios con la punta de la lengua. Estaban en un exclusivo restaurante francés que había escogido con la esperanza de que el ambiente íntimo los ayudase a empezar a hablar. Y a empezar a resolver sus diferencias. Paula había estado educada, pero muy centrada en la comida. Y su lenguaje corporal era tenso, casi hostil. Él, por su parte, estaba intentando controlar la lucha interna que había comenzado en cuanto había llegado a Londres, dispuesto a conseguir su objetivo. No iba a pedir la custodia de Olivia, no podía separar a la niña de su madre. Además, las quería a las dos, juntas, lo que no sabía era cómo iba a conseguirlas. Bajó la vista e intentó ordenar sus pensamientos. Cosa hartamente complicada con Paula delante. No había sido buena idea sugerirle que se pusiese guapa, porque el vestido de cóctel corto y dorado se pegaba a su cuerpo y era muy revelador, aunque más elegante que sexy y un poco extravagante, como la misma Paula. Se había recogido el pelo en un moño suelto en la nuca y varios mechones rizados caían suavemente alrededor de su rostro, dándole un aspecto renacentista, etéreo. Estaba preciosa. Ella era como una droga para él: Peligrosa y adictiva. Le hacía actuar de maneras que no iban con él. Para empezar, en el entierro de su padre se había comportado como un bruto, y en esos momentos se sentía vulnerable. Ninguna otra mujer le había hecho sentirse así. Hambriento de algo más que deseo. Siempre la había deseado, su cuerpo, pero se había dado cuenta de que también quería tener su alma. Y no era un capricho, sino algo mucho más profundo. Despertaba en él sentimientos que prefería no reconocer, emociones que cada vez le parecían más reales. La palabra «Amor» se le había pasado por la cabeza, pero no le parecía posible. La idea era ridícula. Así que se había dicho que lo que quería era que Paula lo amase a él. Eso lo podía entender. Tomó su copa y dio un sorbo de vino tinto.

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