viernes, 17 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 46

Pero no pudo. Porque, de repente, tenía a Pedro muy cerca. Y la estaba tocando. Pasó las manos por sus hombros, por su espalda, trazó la curva de su cintura, la agarró del trasero y la apretó contra él. Y después volvió a subirlas para hundirlas en su pelo. Y besarla. Y qué beso. Hambriento, posesivo, dominante, que hizo que Paula se estremeciese y desease más. Respondió al instante y se apretó contra su cuerpo. Buscó su lengua con la de ella, notó que se le erguían los pechos. Se rindió al deseo.


–¿Habías mencionado la cama?


Pedro la tomó en brazos y la llevó al interior, atravesó el salón con Paula aferrada a su cuello y no la soltó hasta llegar al dormitorio, donde la dejó de manera casi reverencial encima de la enorme cama.


–Quédate así –le pidió Pedro en tono sensual.


Ella se estremeció y se dijo que no tenía pensado ir a ninguna parte. Contuvo la respiración mientras Pedro empezaba a quitarse la ropa, comenzando por los botones superiores de la camisa, que después se quitó con impaciencia por la cabeza, quedándose deliciosamente despeinado. Después fue el turno de los pantalones vaqueros y los calzoncillos, y entonces se quedó completamente desnudo ante ella. Su magnífico cuerpo brillaba bajo la luz tenue de la habitación… Paula recorrió su pecho con la mirada, siguió bajando hasta la V bien esculpida de su pelvis, llegó a la línea de vello oscuro y, por fin,… A la erección. No tuvo mucho tiempo para disfrutar de las vistas, porque Pedro volvió a la cama enseguida, se colocó sobre ella y le bajó los tirantes del vestido antes de pasar a la cremallera de la espalda. Con su ayuda, Paula se quitó el vestido por la cabeza y después se desabrochó el sujetador. La mirada de deseo de él hizo que se le endureciesen los pezones todavía más. Luego se besaron apasionadamente y entonces Pedro bajó la mano para acariciarla entre los muslos. Paula gimió contra sus labios y echó la cabeza hacia atrás. La sensación era maravillosa. Era ridículo que él pudiese casi hacerla llegar al clímax con solo tocarla, pero tenía que admitir que era el único hombre al que había deseado, y amado, en toda su vida. Estaba al borde del abismo cuando Pedro paró, se echó hacia atrás y le quitó las braguitas. Ella alargó los brazos hacia él, desesperada por volver a tenerlo cerca, pero Pedro tenía otra idea. Le separó las piernas y se colocó entre ellas, luego, bajó la cabeza.


–Pedro…


En cuanto su lengua la tocó, Paula no pudo decir nada más.


–¿Te gusta? –le preguntó él, sonriendo con picardía.

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