miércoles, 22 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 59

 -Póntelo, mamá –le dijo Olivia, señalando el birrete que descansaba en el regazo de Paula.


Iban de camino a su ceremonia de graduación en la universidad, cosa que le apetecía mucho más a su hija que a ella. Paula dudó.


–Venga, mamá –insistió Olivia–. Para que todo el mundo vea que hoy es tu día especial.


–De acuerdo –respondió ella, sonriendo y poniéndose el tonto sombrero en la cabeza–. Así. ¿Ya estás contenta?


Olivia asintió y giró la cabeza para mirar por la ventanilla del taxi otra vez. Paula estudió su perfil. Lo más importante del mundo era que la niña estuviese feliz y se le rompía el corazón al pensar en lo callada que había estado en las últimas semanas. Se habría puesto un disfraz de payaso para la ceremonia de graduación si eso hubiese animado a su hija, pero sabía que solo había una cosa capaz de alegrarla: Volver a estar con su padre. Hacía tres semanas que habían vuelto a Londres, al principio Olivia no había dejado de preguntar cuándo iba a volver a ver a su padre y, después, parecía haber aceptado con tristeza la realidad. Lo que solo había hecho que Paula se sintiese todavía peor. No obstante, había intentado adoptar una actitud alegre y positiva, había decidido que iba a compensar la ausencia de Pedro. Habían ido al zoo y al parque, habían hecho picnics y habían comido helados. Había permitido que Olivia se acostase un poco más tarde y que pasase más tiempo acurrucada con ella en el sofá, aunque lo cierto era que esto último se lo había permitido más bien porque le gustaba a ella. Porque cualquier cosa era mejor que la soledad… Que quedarse sola y pensar en que su vida era un desastre. Había estado esperando que saliese a la luz la noticia de que su padre había sido un ser horrible, o que le llegase una carta del abogado de Pedro pidiendo la custodia de Olivia. O ambas cosas. Se levantaba con miedo todas las mañanas, pero después no pasaba nada. No había tenido noticias de él, pero, en vez de sentirse aliviada, se sentía dolida. Era una tortura. Un brusco frenazo hizo que volviese a la realidad, seguido por un golpe que las echó a ambas hacia delante a pesar de que llevaban puesto el cinturón de seguridad.


–¿Qué ha pasado, mamá?


–No estoy segura, cariño –respondió ella, mirando a su hija con nerviosismo–. ¿Estás bien?


–Sí, estoy bien –respondió Olivia, mirando por la ventanilla–, pero creo que hay un hombre muerto.


Paula siguió su mirada y vio a un hombre joven que yacía en la calle. Se desabrochó el cinturón de seguridad rápidamente, pensando que, al fin y al cabo, era enfermera y podía ocuparse de aquello.


–Seguro que no está muerto. Tú quédate aquí. Voy a ver si puedo ayudarlo.


Olivia asintió, obediente, y Paula salió del taxi y fue hasta el hombre, que estaba inconsciente. Todavía llevaba puesto el casco y tenía la cabeza girada hacia el otro lado. Tenía una herida en la pierna y estaba sangrando. A poca distancia de él estaba tirada su motocicleta. Se arrodilló a su lado y le buscó el pulso en el cuello. Estaba muy débil.

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