miércoles, 15 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 43

 -¿Una copa?


Pedro se acercó al bar y tomó una botella de brandy.


–Sí, ¿Por qué no?


Paula aceptó la copa que él le ofrecía, le dió un sorbo y dejó que el líquido le calentase la garganta. Acababan de llegar de cenar, habían estado en un pequeño restaurante familiar, escondido en uno de los muchos rincones de aquella bonita ciudad. Se habían sentado fuera, a una mesa tan pequeña que sus rodillas se habían chocado y Pedro se había visto obligado a estirar las piernas a un lado. Ella, por su parte, se había sentido mucho más relajada, después de todo lo ocurrido en el despacho del señor Petrides. La comida había sido deliciosa, hacía una noche cálida y estrellada y el ambiente olía a jazmín y a flor de azahar, así que se había olvidado de sus problemas por un rato y había disfrutado de la compañía de Pedro. Eso era sencillo cuando él estaba así: Encantador, atento, divertido. El viejo Pedro. Ninguno de los dos había mencionado la desagradable escena del despacho del señor Petrides. Pero, en esos momentos, tuvo la sensación de que eso estaba a punto de cambiar. Hizo girar el brandy en la copa e intentó retrasar lo inevitable.


–Tu departamento es precioso.


–Gracias –respondió Pedro, acercándose–, pero tengo la sensación de que te sorprende.


–¡Lo siento! –ella se rió–. Es que no me lo imaginaba así.


–¿Y cómo te lo imaginabas?


–Es mejor que no lo sepas.


–Deja que lo adivine: Sofás de cuero negro y una enorme pantalla de televisión en el salón.


–Más o menos.


–¿Y tal vez una cama de agua y sábanas de satén? Y un cajón lleno de juguetes sexuales.


Paula se ruborizó. Se preguntó si Lukas podía leerle el pensamiento.


–¿En eso también me he equivocado? –preguntó, intentando disimular la vergüenza.


–Juega bien tus cartas y a lo mejor lo averiguas en un rato.


Paula tragó saliva.


Se apartó de él y paseó por el centro del salón.


–Me encantan todos tus cuadros. ¿Ese de ahí es un original?


–Lo es. Me interesa mucho el arte moderno. Además, es una buena inversión, pero no hay nada en mi colección que se pueda comparar a esto.


Apretó un botón y las cortinas se abrieron, dejando al descubierto un enorme ventanal.


–¿Qué te parece?


Paula dió un grito ahogado. Ante ella brillaban las luces de la ciudad de Atenas, a lo lejos se veía la Acrópolis.


–¡Es increíble!


–Se ve mejor desde aquí.


Pedro atravesó la habitación, la agarró de la mano y, después de abrir las puertas de cristal, la hizo salir al balcón.


–Es bonito, ¿Verdad?


Lo era. Era mágico. Echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la noche. Entonces, algo la hizo mirar a Pedro, que la estaba observando con fascinación. Cuando sus miradas se encontraron, la atracción que había entre ambos se avivó de golpe.

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