lunes, 6 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 27

 –Nada de esto es justo, Paula. Que mi padre falleciese de un infarto no fue justo, que a mí me metieran en la cárcel cuatro años y medio no fue justo, y que no supiese que tenía una hija, tampoco. Pero ahora estoy intentando equilibrar la balanza. Por el momento, se van a hacer las cosas a mi manera. Y vamos a empezar por que Olivia se quede en Thalassa conmigo.


–¡No! No puedes pagar con Olivia la rabia que sientes contra mi padre y contra mí.


–No tengo intención de pagar nada con ella. Todo lo contrario, estoy deseando conocerla y formar parte de su vida.


–¡Pero no puedes mantenerla aquí!


–Yo pienso que sí. Podemos hacerlo por las buenas, o por las malas, con abogados, jueces, órdenes. Yo no te lo recomiendo, porque ganaré. Te lo aseguro. No hace falta que te recuerde que estamos en Grecia y que Olivia es tres cuartas partes griega.


–Y no hace falta que yo te recuerde a tí que has estado en la cárcel por tráfico de armas.


Paula se arrepintió nada más decir aquello.


–No, Paula –rugió Pedro, furioso–. No hace falta que me lo recuerdes. Y te aseguro que pretendo limpiar mi nombre, pero, mientras tanto, tengo dinero y contactos. Y estoy seguro de que las autoridades griegas me concederían la custodia.


–¿Tienes pensado pedir la custodia de Oli? –preguntó ella, pensando que se iba a desmayar.


–Tal vez… No estoy seguro. Depende.


–¿De qué?


–De tí. Si insistes en ponérmelo difícil, no tendré otra alternativa.


–¿Y qué esperas que haga? ¿Que te entregue a mi hija, sin más? ¿Que permita que hagas lo que quieras?


–Bueno… Si me lo ofreces…


–No te estoy ofreciendo nada.


–¿No? –preguntó él con una sonrisa–. Qué pena. Porque, si me permitieses hacer todo lo que quisiese, te aseguro que disfrutarías.


–Basta ya, Pedro.


–Tengo que admitir que, a pesar de todo lo que has hecho, de quién eres, todavía te deseo.


–Pues yo no te deseo a tí –replicó ella, demasiado deprisa, con demasiada pasión.


–¿No? –le dijo Pedro en tono divertido–. Por supuesto que no.


Paula apartó la mirada.


–El caso es que todo depende de tí –continuó él–. Si permites a Oli quedarse aquí y aceptas que tengo tanto derecho como tú a que esté conmigo, podremos mantener una relación amistosa. No habrá juicios ni luchas por la custodia, al menos, por ahora. Sino un acuerdo civilizado entre los dos.


Ella se mordió el labio inferior, que le temblaba, no se sentía en absoluto civilizada, sino como una bestia salvaje, capaz de cualquier cosa por proteger a su cría. No obstante, sabía lo peligroso que podía llegar a ser enfrentarse a Pedro y estaba segura de que cumpliría su amenaza de luchar por la custodia de Olivia. Y que lo más probable era que ganase él.


–Al parecer, no tengo elección –respondió.


Pedro se encogió de hombros.


–Pero no voy a dejar aquí a Oli sola. Si ella se queda, yo también.


–Como desees.


–Muy bien. Oli se quedará aquí, y yo también, al menos, por ahora, pero no de manera permanente, Pedro. Ella empieza el colegio en septiembre y es evidente que, para entonces, tendremos que estar de vuelta en Londres.


–Me alegro de que hayas decidido entrar en razón.

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