miércoles, 1 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 18

 –Siéntate –le dijo él, acercándole una silla de metal antes de que se cayese–. A ver si lo he entendido bien. ¿Has dicho que tengo una hija?


–Sí.


–¿Y me lo dices ahora?


–Estabas en la cárcel, Pedro.


–Eso ya lo sé –rugió él, furioso–, pero ese no es motivo para no contarme que era padre.


–Pensé que era mejor esperar… Hasta que estuvieses en libertad.


–¿Ah, sí? –replicó él en tono sarcástico–. ¿Mejor para quién exactamente?


Paula agachó la cabeza.


–¿Y quién más lo sabe? ¿Tu familia? ¿Miguel…?


–No, no se lo conté. No se lo he contado a nadie.


Él esperó que fuese verdad, por el bien de Paula.


–¿Y cómo se llama, esa hija mía?


–Oli.


–¿Oli?


–De Olivia.


–¿Y ahora mismo dónde está?


–En casa, en Inglaterra.


–¿Y sabe de mi existencia?


Pedro fue haciendo las preguntas que se le iban ocurriendo, sin pensar en la reacción de Paula.


–Le he contado que vives en otro país. Muy lejos.


–Pues eso habrá que solucionarlo, ¿No?


Pedro se pasó una mano por el pelo y clavó la vista en el agua turquesa de la piscina antes de volver a mirar a Paula, que seguía con la cabeza agachada. Acababa de tomar una decisión.


–Quiero verla. Lo antes posible. Quiero traer aquí a mi hija, inmediatamente.


–¿Qué?


–Puedo hacerla venir en mi avión privado –dijo él, mirándose el reloj–. Podría llegar esta misma noche.


–¿Esta noche? No esperarás que vaya a Inglaterra, recoja a Olivia y la traiga de vuelta, ¿No?


–No. Tú no vas a ir a ninguna parte, te vas a quedar aquí hasta que me traigan a la niña sana y salva.


–¡No seas ridículo! –gritó ella, alarmada–. Oli tiene cuatro años. No puede viajar sola.


–Mi personal se encargará de ella.


–¡No! ¡No lo permitiré!


–No te estoy pidiendo permiso, Paula –le informó él–. Me he perdido cuatro años y medio de mi hija y no voy a perderme más.


–En ese caso, piensa en Oli –le respondió ella–. No ha viajado nunca en avión. Si la primera vez lo hace rodeada de desconocidos, se va a traumatizar. No sabes cómo es… Lo sensible que es.


–Tienes razón.


Pedro vió alivio en el rostro de Paula y añadió:


–No sé cómo es.


El gesto de alivio desapareció.


–¿Y de quién es la culpa?

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