miércoles, 15 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 41

 –Entonces, ¿Es verdad? –le preguntó Lucas a Pedro, con gesto de derrota.


–Por supuesto –respondió él en tono frío y tranquilo.


–En ese caso, ¿Se puede saber a qué hemos venido? –le preguntó Marcos al señor Petrides–. ¿Solo a que nos humillen? ¿A que este hombre pueda alardear de cómo nos ha engañado?


–No, Marcos –respondió el anciano, que de repente parecía haber envejecido todavía más–. El motivo por el que los he reunido hoy aquí es que tengo algo que contarles. Creo que ha llegado el momento de que sepan la verdad acerca de su padre.


Apoyó la espalda en el sillón e hizo una pausa antes de continuar.


–He guardado silencio durante los últimos años. Al principio, pensé que lo hacía por lealtad, pero me he dado cuenta de que en realidad es cobardía. En cualquier caso, la situación ha cambiado. Me han diagnosticado una enfermedad terminal y necesito quitarme este peso de los hombros antes de morir.


–Lo siento mucho, señor Petrides –dijo Paula, inclinándose hacia delante para tocar su mano, pero el abogado la apartó.


–No me merezco tu compasión, Paula. Yo… He estado ocultando información, tanto a ustedes como a la policía. Y siento mucho tener que contarles esto… Pero soy de la opinión de que su padre fue el responsable del contrabando de armas, y no Horacio Alfonso.


–¡No! ¡Está mintiendo! –exclamó Marcos, poniéndose en pie de nuevo–. Él le ha pagado para que nos diga eso, ¿Verdad?


Señaló a Pedro y añadió:


–¡Es todo una sucia conspiración!


El anciano negó con la cabeza.


–No conozco los detalles de los negocios de su padre, pero empecé a sospechar hace mucho tiempo. Sospechas que debí haber compartido con las autoridades. Y que ahora pretendo compartir con ellas. Pedro…


Con mucho esfuerzo, se puso en pie.


–Me alegro de que estés aquí hoy –le dijo–. No voy a pedirte que me perdones, porque sé que no me lo merezco, pero quiero expresarte mi más profundo arrepentimiento por no haber dicho la verdad antes, por la injusticia que sufriste y por haber arruinado el nombre de tu padre.


Pedro se puso en pie, rígido, pero tranquilo. Y tomó la mano temblorosa que el señor Petrides le ofrecía.


–Gracias, hijo –le dijo el abogado–. Es más de lo que me merezco. Puedes estar seguro de que a partir de ahora haré lo correcto.


–Un momento –lo interrumpió Lucas–. Solo ha hablado de sospechas, Petrides. No se pueden hacer acusaciones tan fácilmente si no se tienen pruebas.


–De todos modos, nadie creerá a un viejo loco –añadió Marcos.

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