viernes, 3 de febrero de 2023

Venganza: Capítulo 24

Cuando las hélices del helicóptero dejaron de girar, Paula vió cómo Pedro apagaba el control y se quitaba el cinturón de seguridad. Habían pasado menos de veinticuatro horas y ya estaban de vuelta en Villa Ana, tal y como él había decidido. Había ganado. Ella no había querido que Olivia viajase sola con él, así que había intentado convencerlo de que irían las dos unos días más tarde, o de que Pedro se quedase en Londres un tiempo, pero él no había cedido. Ni siquiera la excusa de que la niña no tenía pasaporte había funcionado. Él se había encargado de todo. En esos momentos, Paula miró a Olivia, que dormía profundamente entre sus brazos. El viaje hasta Thalassa había sido largo y cansado, sobre todo con cuatro años. Pedro se giró hacia ellas con expresión indescifrable.


–He dado órdenes a Rafael y a Juana para que preparen la casa. Me imagino que Olivia querrá irse directamente a la cama.


Ella se preguntó si Rafael y Juana trabajaban para él, y cómo habrían reaccionado a la noticia de que Pedro y ella tenían una hija juntos. Paula conocía a la agradable pareja desde siempre. Juana había hecho el papel de madre durante los largos veranos que ella había pasado en la isla. Habían sido los únicos en trabajar de manera permanente en Villa Melina. La naturaleza irascible de Miguel había hecho que nadie durase mucho tiempo trabajando para él. Se quitó el cinturón de seguridad con cuidado, para no despertar a Olivia, mientras Pedro les abría la puerta.


–Dámela.


Alargó los fuertes brazos hacia la niña y Paula obedeció a regañadientes. Vió cómo Olivia se abrazaba a él mientras Pedro la llevaba hacia la casa. La puerta principal se abrió y apareció Juana, que se llevó las manos al pecho al ver a Pedro con la niña.


–Entren, entren. Estarán muy cansados después de un viaje tan largo.


–Kalispera, Juana –dijo ella, sintiéndose incómoda por no haberle contado a nadie, ni siquiera a su padre, que tenía una hija.


Pero Juana la tranquilizó con un fuerte abrazo.


–Mira que no haberme dicho que tienes una niña preciosa –la reprendió Juana–. ¡Y con Pedro!


Entraron en la casa y Juana dió instrucciones a su marido, que estaba saludando a Pedro. Cuando Rafael se giró hacia Paula, lo hizo con una enorme sonrisa.


–Hemos arreglado una habitación para Olivia. Rafael ha pintado la pared de rosa claro, ¿Verdad, Rafael? Esperamos que le guste.


Petros asintió orgulloso y Paula se sintió incómoda.


–Gracias, Rafael –le dijo, tomando a la niña de brazos de Pedro–. Si me decís cuál es, acostaré a Olivia.


–Por supuesto. Sígueme.


Juana la guió hasta una habitación y abrió la puerta. Y Paula se quedó de piedra. La que había sido una habitación de invitados bastante espartana se había convertido en una preciosa habitación infantil, con muebles blancos, cortinas a rayas blancas y rosas, una pequeña cama y cuadros de hadas y de princesas en las paredes.

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